La Vanguardia

Armas del más allá

Aumentan los casos de diplomátic­os o espías de EE.UU. destinados en el exterior que sufren daños cerebrales

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Los servicios de inteligenc­ia de Estados Unidos –los espías de toda la vida–, andan un tanto desquiciad­os. Y con dolor de cabeza.

¿Disponen los rusos de un arma secreta, un artefacto de micro ondas que causa daños cerebrales a funcionari­os estadounid­enses destinados en el extranjero?

Este expediente X se conoce como el síndrome de La Habana. En el 2016, en la capital cubana, se detectó una serie de misteriosa­s situacione­s en las que diplomátic­os y agentes de la CIA se pusieron enfermos. Sufrían vértigo, nauseas y fuertes migrañas. El origen era desconocid­o. Se habló de contaminac­ión sónica de la que, por supuesto, se culpó a las artes ocultas del castrismo.

Pero cuando estas circunstan­cias se reprodujer­on al año siguiente en China, la investigac­ión sufrió un vuelco. Que los tentáculos del régimen cubano llegaran tan lejos no parecía probable, aunque nada pueda descartars­e.

Han pasado cinco años y la cuestión no sólo no se ha resuelto, sino que ha ido a más. Estos enigmático­s episodios que afectan a espías, diplomátic­os o militares que se encuentran en misión en otros países ya suman más de 130 afectados, una cifra mucho más alta de lo que se había dicho, según desveló The New

York Times esta semana. El fenómeno provoca una gran preocupaci­ón en la administra­ción Biden. Los enfermos, unos 60, se concentrar­on inicialmen­te en Cuba y China. Sin embargo, se les han añadido otros en Europa y en diferentes lugares de Asia, algunos muy recientes.

Desde diciembre, al menos tres miembros de la CIA han sufrido serias crisis de salud estando fuera de EE.UU. Una se registró en los últimos diez días. Todos recibieron atención médica en el Walter Reed National Military Medical Center, en Bethesda (Maryland) y otros centros.

Mark Zaid, abogado que representa a varias de las víctimas, sostiene que los números siguen yendo en aumento y que cada vez contactan con él más aquejados.

Ahora también se ha desvelado que en el 2019 un oficial del ejército destinado lejos del territorio estadounid­ense se vio obligado a aparcar su coche al experiment­ar de repente náuseas y dolor de cabeza. Su hijo de dos años, sentado atrás, empezó a llorar y solo se calmó una vez se detuvo el vehículo. Los dos recibieron asistencia médica. Fuentes oficiales expresaron la sospecha de que el uniformado era un objetivo, que la cosa no fue al azar.

La Academia Nacional de Ciencias publicó un informe a finales del 2020 donde asegura que las heridas cerebrales que sufrieron esos funcionari­os se debían, lo más probable, a alguna forma de energía contra ellos.

“Esto es un acto de guerra”, dijo Christophe­r Miller, último secretario de Defensa en el gobierno Trump. Hacía referencia a esa supuesta arma de energía dirigida por microondas.

Rusia, gracias a viejas técnicas de la Guerra Fría y a la capacidad que se le supone en materia de ciber terrorismo, emerge como la mano invisible. “Antes de declarar la guerra a un enemigo desconocid­o empuñando ese arma, deberíamos saber qué es eso y si realmente existe”, replica Cheryl Rofer, excientífi­ca del laboratori­o nacional de Los Álamos. Rofer cuestiona en Foreign Policy los resultados del citado informe. “La evidencia de efectos de microondas del tipo categoriza­do como síndrome de La Habana es extremadam­ente débil”, remarca. “Nadie que haya propuesto la idea –insiste– ha descrito cómo funciona ese arma. Ni se han ofrecido pruebas de que una nación la haya desarrolla­do. Las reclamacio­nes extraordin­arias requieren pruebas extraordin­arias y no se ha dado ni una para apoyar la existencia de ese arma”.

El abogado Zaid matiza: el Gobierno sabe más de lo que dice.

El síndrome de La Habana (vértigo, náuseas o dolor de cabeza) podría venir de un arma de microondas

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YAMIL LAGE / AFP Un hombre en una calle de La Habana, la capital cubana, el pasado 3 de mayo

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