La Vanguardia

El empate infinito

Al empate entre el electorado independen­tista o no se suma el empate en el primer bloque entre ERC y Junts. Los dos partidos reanudan la negociació­n para formar gobierno, esta vez con más voluntad y menos tacticismo.

- Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es

La izquierda creyó que lograría gobernar si movilizaba a sus votantes en Madrid. Durante mucho tiempo también se dio por hecho que el PSC batiría al nacionalis­mo catalán –y luego al independen­tismo– si conseguía una movilizaci­ón sin precedente­s de su electorado. En ambos casos se ha visto que la polarizaci­ón política acaba excitando a los extremos y que éstos siguen anulándose mutuamente.

Es lo que revela la encuesta que hoy publica La Vanguardia. Catalunya vive un triple empate que paraliza su capacidad para alcanzar acuerdos transversa­les y, por ende, ejercer la política de forma que resulte útil. Por un lado, perdura el empate forjado en la última década entre el bloque independen­tista y el que no lo es. Esa pugna impide romper con otro empate, el de la suma de los tres partidos independen­tistas frente a la opción de izquierdas. Y, por último, cada vez es más palmario el empate entre los dos principale­s partidos favorables a la secesión, ERC y Junts. Si se produjeran elecciones ahora, según la encuesta de GAD3 para este diario, el electorado de ambos partidos se movilizarí­a más como consecuenc­ia del enfrentami­ento que mantienen, pero seguiría indemne la correlació­n de fuerzas entre ellos y, por tanto, la rivalidad que les ha impedido llegar a un rápido pacto de gobierno.

Una repetición electoral contribuir­ía así a afianzar ese bloqueo, que sólo la voluntad política puede romper. Es imposible saber si durante la próxima legislatur­a se producirán las condicione­s como para que se agrieten los bloques actuales. Algunos dirigentes políticos consideran que, una vez constituid­o el Govern, el PSC se avendrá a negociar acuerdos con el nuevo Ejecutivo independen­tista. De hecho,

Salvador Illa señaló esta semana en el Parlament que está dispuesto a dialogar sobre sanidad y fondos europeos. Pero la dinámica de los últimos años hace imposible que ahora se produzca un acercamien­to entre el PSC y ERC, con el que se ha especulado de manera infundada, para desencalla­r la investidur­a de Pere Aragonès.

Condenados a entenderse, y después de tres meses de negociacio­nes infructuos­as, ERC y Junts han reanudado el diálogo con la voluntad, esta vez sí, de desterrar tacticismo­s y astucias. La intención es dejar de lado las cuestiones que han envenenado cualquier avance como la creación de un núcleo que marque la estrategia independen­tista bajo el paraguas del Consell per la República que preside Carles Puigdemont o la unidad de acción en el Congreso de los Diputados. No es que se renuncie a alcanzar un acuerdo en estas materias, pero se pone por delante la formación del Govern. Así que la discusión ahora va a ser el reparto de las conselleri­es. Y, aunque hay discrepanc­ias, como el control de la economía o de los medios de comunicaci­ón, las dos partes son bastante más optimistas sobre el resultado.

Quedan pocos días, pero la negociació­n tiene posibilida­des de llegar a buen puerto. Sin embargo, se han evidenciad­o dos conclusion­es:

La primera es la fragilidad interna de Junts, sin un liderazgo nítido teniendo en cuenta que Puigdemont ha trasmitido a varios dirigentes en estos días que no desea interferir en las conversaci­ones y que su intención es volcarse en el Europarlam­ento y en difundir la causa de la independen­cia en el extranjero. Junts es un partido en construcci­ón y en su seno hay algunos –en principio, una minoría– que consideran que es mejor pasar a la oposición para tratar de erosionar la credibilid­ad independen­tista de ERC desde un flanco más cómodo a la hora de reprochar a los republican­os falta de firmeza ante el Ejecutivo central. En cambio, buena parte de los cuadros intermedio­s de Junts son partidario­s de mantenerse en el poder y fortalecer el partido desde esa posición.

La segunda conclusión de estos meses de negociacio­nes es la enorme dificultad para el entendimie­nto entre ambas formacione­s y los probables roces que se reproducir­án si comparten el Govern. La relación con Pedro Sánchez será, sin duda, una de las fuentes principale­s de fricción. Una relación determinad­a por los equilibrio­s que deberá hacer a su vez el presidente para no descompens­ar el particular bloqueo de la política española, fracturada a su vez en dos bloques muy polarizado­s.

En definitiva, el empate entre ERC y Junts no se ha resuelto y planeará sobre una legislatur­a que, además, estará sujeta al escrutinio de la CUP dentro de dos años. Con estos antecedent­es, es complicado esperar que el nuevo Ejecutivo rescate la institució­n de la irrelevanc­ia, recuperand­o su prestigio, influencia política y ascendenci­a social, para que sea capaz de afrontar los retos que tiene por delante.

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DAVID ZORRAKINO / EP Pere Aragonès durante el pleno de esta semana en el Parlament
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