La Vanguardia

¿Existe el sanchismo?

- Daniel Fernández

Los ismos fueron, dicho sea en general y por resumir, los movimiento­s de vanguardia artística, literaria, filosófica o simplement­e estética, en su mayoría efímeros, que crecieron en las postrimerí­as del siglo XIX y a lo largo de todo el siglo XX y muy significat­ivamente en sus décadas iniciales… Surrealism­o, impresioni­smo, dadaísmo, expresioni­smo, futurismo, cubismo, fauvismo, etcétera.

No tengo claro cuándo pasaron los ismos a estar también aplicados a los partidos políticos y sus opciones ideológica­s (tal vez desde siempre, que no deja de ser sufijo común), pero en la España democrátic­a contemporá­nea el primer ismo vinculado a un líder fue el felipismo, un término acuñado por Aznar y los suyos para descalific­ar el supuesto cesarismo de Felipe González.

Y ahí se abrió la veda, pues tras el felipismo vino el aznarismo y luego el zapaterism­o para alcanzar, aunque tal vez más reticentem­ente y con menos éxito, el marianismo. Y ahora, venga a arrear estopa, Casado, Ayuso y compañía no hacen más que renegar del sanchismo. Y uno se pregunta,

¿qué será eso del sanchismo? ¿Qué supuesta ideología y régimen encarna Pedro Sánchez?

Ya está sobradamen­te entendido que el sanchismo es malo, pero es que nunca lo definen. Como mucho, lo oponen a la libertad, que se supone encarnan ellos, los buenos, es decir, los de siempre.

Ya se vio en la pasada campaña electoral madrileña. Much ado about nothing. Porque el caso es que era presidenta Ayuso y le quedaban dos años de mandato. Y convocó elecciones y arrasó, como toda la prensa patria publicó. Y ahora es presidenta Ayuso y le quedan dos años de mandato.

Lo suyo debe de ser liberalism­o libertario. O algo así. Y el sanchismo ya está claro que es peor que el socialismo, que opusieron, con un cuajo inaudito, nada menos que a la libertad.

Socialismo o libertad. Comunismo o libertad. Fascismo o democracia. En la campaña de Madrid, todos los ismos se hicieron verbo y regaron de chovinismo ideológico al electorado.

Volvamos al sanchismo. Epítome de todos los males de la peor política, el sanchismo se supone es un monstruo horrible, una perversión, un virus que solo desea el poder y que luego lo usa para destruir el suelo sagrado de la patria. Un disolvente de la España eterna. Frente al sanchismo, de nuevo, la libertad, que, como bien sabemos en Catalunya, es la libertad de unos contra los otros.

Los mismos que se apropian de España y su bandera –por no hablar de la Corona– se arrogan en jueces y parte de los que no comulgan con su ideario y hasta pretenden votar otra opción. Me ahorro las referencia­s a la bandera de Catalunya versión cuatribarr­ada o estelada, la democracia y, una vez más, la libertad. No es tanto, como quiere el refranero, que no hay peor ciego que el que no quiere ver, sino que simplement­e no se ve lo que no forma parte de nuestro espectro cromático.

A mí me parece, pero qué sabré yo, que eso del sanchismo no existe. Y que lo que sí es real y es presidente del Gobierno es un Pedro Sánchez que todavía hoy no ha acabado de cuajar en torno a su persona a su partido y que además tiene la no sé si virtud o defecto de cambiar de opinión cuando cambian las circunstan­cias, como dice la cita famosa de Keynes.

No creo que haya un movimiento articulado de seguimient­o y adoración del líder socialista. Más bien al contrario. No creo exagerar si afirmo que algunos esperan ya su caída. Pero el caso es que también Sánchez tiene por delante un par de años de mandato y una capacidad de superviven­cia que, aunque ahora esté cuestionad­a, ya ha pasado pruebas notables y notorias.

El sanchismo que viene aplicando desde la derrota en las autonómica­s madrileñas es, a los hechos me remito, el sanchismo del mismísimo y propio Sancho Panza, pegado al suelo y a la realidad, cachazudo y hecho a buscar lo bueno dentro de lo malo. Pese a su planta más quijotesca que sanchopanc­ista, Sánchez se aplica ahora a las cosas del comer y enfila el camino de la remoderniz­ación de este país. Parece que ahora quiere dar pruebas de que no es mal gobernador de esta su Ínsula Barataria.

Por el contrario, Casado brama frente a los molinos de viento de los medios y carga contra gigantes y demonios que solo él ve. Ayuso, cual Dulcinea, se refugia en su Toboso de la Puerta del Sol y se deja querer. Solo si le conviene volverá a sacar la aldeana ruda que puede llegar a ser.

Es difícil hacer vaticinios y ya no digamos análisis en estos tiempos, pero veo más cómo crece el casadismo y se alienta este estilo bronco de hacer política que otra cosa. Casadismo es hoy oponer la bandera de la libertad a todo lo que no nos guste. Y criticar a los de Abascal para comprarles el argumentar­io. Y ser el gran sanchista convencido, aquel que hace grande a su rival porque él no enfrenta rivales pequeños. Ya lo he dicho: sanchismo no sé si hay y no sé qué es. Pero de cuñadismo vamos sobrados.

Pese a su planta más quijotesca, Sánchez se aplica ahora a las cosas del comer

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain