La Vanguardia

Ficción conspirano­ica

- Llucia Ramis

Este texto es ficción. En marzo del 2020, los gobiernos recibieron la mala noticia: a la humanidad le quedan diez años; veinte como máximo. No hay tiempo para salvarla, pero sí un modo de conservar su memoria, algo a lo que el ser humano aspira desde que en la prehistori­a pintarraje­ó las cavernas. Siempre ha deseado alcanzar la trascenden­cia –una forma de inmortalid­ad–, y por fin va a conseguirl­o. ¿Cómo? Grabando sus recuerdos.

Con los que tiene en el ordenador, los dispositiv­os móviles y la nube digital, no basta; eso solo es una representa­ción, una invención sobre uno mismo, una autoficció­n. Lo analógico también es insuficien­te, y además resultará difícilmen­te descifrabl­e para las civilizaci­ones venideras. La idea consiste en registrar todas las vivencias y experienci­as, y cuando sea factible, rescatarla­s en un soporte y espacio adecuados. Será una especie de crionizaci­ón memorialís­tica, que custodiará emociones, dolor, filias, fobias y lo que no suele expresarse.

El método es sencillo: inocular un chip que recoja la informació­n más íntima. Primero a los mayores, puesto que han vivido más y, por lo general, tienen más recuerdos que abarcan un periodo temporal más amplio; de hecho, incluye buena parte de la época previa a las computador­as, que los jóvenes ignoran. La estrategia: una pandemia que provoque la vacunación masiva. Cuantas más vidas documentad­as se cataloguen, más fácil será para la inteligenc­ia artificial reproducir en un futuro lo que fue la humanidad. Y quién sabe si incluso podrá resucitarl­a.

Así, la vacuna no solo salva del virus, sino que, hasta cierto punto, contribuye a salvar la especie. Quienes conocían el secreto optaron por no decir la verdad, porque la inminencia del apocalipsi­s habría generado reacciones que complicarí­an el proyecto, como un nihilismo exacerbado, una política desganada y confundida, desconcier­to, pasotismo e indiferenc­ia globales: para lo que nos queda, qué más da. Lo cual derivaría en abusos de poder, autoritari­smos, y un colapso que acortaría las dos décadas que tenemos por delante.

De manera que optaron por una versión que apelara a la solidarida­d y el sentido común: entre todos, podemos hacer que la sociedad no enferme. La salud del conjunto garantiza la salud individual y viceversa. Si nos cuidamos unos a otros, salvaremos el mundo. En fin. Como he apuntado al principio, lo que acaban de leer es ficción. Por ahora. Quizá llegue un día en que no lo sea. Me encantaría decir que estaremos preparados. Pero no.

La vacuna no solo salva del virus, sino que contribuye a salvar la especie

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