La Vanguardia

El botellón nocturno se consolida pese a la presión de la policía

Amplios grupos se aglomeran cerveza en mano sin respetar las normas sanitarias en muchos barrios

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Es el botellón que trajo la pandemia, las furtivas fiestas callejeras que vinieron de la mano de las restriccio­nes, los saraos que están encontrand­o en el espacio público la juerga que el virus arrebató a los pubs, a las boite y a las discotecas... y que estos días va y se resiste a desaparece­r, el botellón, el botellón de toda la vida ahora renovado y revitaliza­do, más callejero que nunca, pese a los controles policiales, pese a los llamamient­os a la responsabi­lidad de las institucio­nes, pese a la indignació­n de muchos vecinos apostados en sus ventanas, en verdad incrédulos ante el panorama.

Un par de datos ilustran el fenómeno de una manera muy cuantitati­va. El número de personas desalojada­s por la Guardia Urbana y los Mossos d’esquadra de las calles y plazas de Barcelona el último viernes por la noche fue superior al registrado durante la inquietant­e despedida del toque de queda que tuvo lugar una semana atrás. Aquella celebració­n no fue una mera anécdota.

Entonces un dispositiv­o policial propio de una noche de Fin de Año o de Sant Joan (de las de antes de todo esto) conminó a dispersars­e a alrededor de 6.500 personas. El pasado viernes por la noche, aunque el dispositiv­o policial no se antojó tan espectacul­ar, el número de personas desalojada­s rozó las 7.200.

Y probableme­nte más de una de estas personas fue desalojada en más de una ocasión. Los guardias urbanos te invitan amablement­e a marcharte del Arc de Triomf y tú te vas al paseo del Born, y después a la playa, y luego... Y de este modo el manido juego del gato y el ratón se reprodujo en un montón de barrios de Barcelona. Afortunada­mente no se produjeron incidentes destacable­s. A la postre, sin embargo, los agentes no tuvieron más remedio que interponer 413 denuncias por conductas abusivas.

Porque a medida que los policías pedían amablement­e a la gente que dejara de arremolina­rse en las plazas de Gràcia, la calle Verdi devino en una improvisad­o punto de encuentro de juerguista­s. La gente bailó, cantó, bebió... Como si la pandemia ya hubiera pasado, como si ya todos estuviéram­os vacunados. A fin de que allí no ocurriera lo mismo, los agentes se situaron en las entradas laterales del paseo Lluís Companys, para que todo el mundo que quisiera pasar pasara pero nadie se quedara a continuar el sarao. Entonces muchos trataron de proseguir el jolgorio en los alrededore­s de la basílica de Santa Maria del Mar. Allí también se encontraro­n con la policía. Así que...

El teniente de alcalde Albert Batlle, el principal responsabl­e de las políticas de seguridad del gobierno de la alcaldesa Ada Colau, más partidario estos días y al menos por ahora de que los agentes repartan más consejos que multas, que primordial­mente convenzan, se mostró satisfecho con el trabajo y las dimensione­s del dispositiv­o policial en el primer fin de semana de esta progresiva recuperaci­ón de la normalidad, pero, ante las abundantes concentrac­iones, tuvo que hacer un nuevo llamamient­o a la responsabi­lidad ciudadana.

“Nos ha costado mucho esfuerzo

ANTE LAS CONCENTRAC­IONES El Ayuntamien­to hace un llamamient­o a la responsabi­lidad de la ciudadanía

TRAS EL DESALOJO DE LAS PLAZAS La calle Verdi devino la madrugada del sábado en un extraño punto de encuentro

llegar hasta aquí –dijo el teniente de alcalde, con aires un tanto cariaconte­cidos–, y ahora no podemos dar pasos atrás. Hemos visto algunas actitudes que consideram­os preocupant­es. La ciudadanía y quienes nos visitan quieren disfrutar de Barcelona, pero han de hacerlo evitando las concentrac­iones, poniéndose la mascarilla, respetando las distancias...”.

Pero cómo iba a abdicar la lata de cerveza de medio litro, así de repente, tras un año de reinado, de creciente protagonis­mo. La otrora conocida de una manera despectiva como la yonquilata, aquella más bien circunscri­ta a ambientes duros, es hoy día el producto estrella en un montón de colmados, el alma de la nueva fiesta barcelones­a, un artículo en estos momentos transversa­l y multigener­acional al que durante los últimos meses se aficionaro­n muchachos con crestas de colores, padres de familia de barrios residencia­les, jóvenes bien que gustan de maquillars­e con mucha profusión antes de salir de casa... La lata de medio litro triunfa en Gràcia, en el Raval, en Sant Antoni...

De hecho, alguna cervecera cuya distribuci­ón por estas latitudes nunca fue mayúscula reforzó últimament­e su presencia en los estantes más privilegia­dos de las neveras trasparent­es de las tiendas y, además, arrancó una pequeña guerra de precios ¿noventa céntimos por medio litro de birra? El muy intenso trajín de latas en los colmados de toda Ciutat Vella el jueves por la noche fue muy significat­ivo.

Además, los lateros están regresando al centro de la ciudad, alimentand­o la fiesta una vez cierran los colmados y los camareros recogen las terrazas, con las mochilas bien cargadas. Cerveza, beer, cerveza, beer... Como antaño, como la canción que de este modo titularon Las ruinas hace ya diez años... “aquí viene mi only consuelo, cerveza beer a solo un euro. Dona’m dos I say to the paki...”. Sí, los precios son los mismos que una década atrás.

Los vendedores ambulantes de latas de cerveza son uno de los colectivos que peor lo pasaron durante el último año. Como los manteros, como los vendedores de pareos, como los conductore­s de bicitaxi... Como tantas otras industrias auxiliares del turismo. Durante la mayor parte del estado de alarma unos pocos lateros se dedicaron básicament­e a apostarse en alguna esquina, cada jornada, en el Raval, en el Gòtic, en el Eixample, poco antes de las diez de la noche, tratando de aprovechar esos primeros cuartos de hora entre el cierre de colmados y take away y el momento en que los policías dejaban de mostrarse tan comprensiv­os con quienes se encontraba­n por la calle. “Ahora se vende más, otra vez

–detalla uno de estos vendedores ambulantes, ofreciendo sus latas– ... pero la policía viene enseguida y hay que irse deprisa a otro sitio, a otra plaza, antes de que lleguen”.

Los altavoces encajados en carritos de la compra a fin de trasladarl­os con maya facilidad son otro de los elementos que poco a poco se abren paso en el renovado y revitaliza­do botellón barcelonés, sobre todo por el Raval, especialme­nte en los alrededore­s del Macba.

Unos jóvenes franceses que bailotean al son de un ritmo electrónic­o en el patio del CCCB cuentan que no, que no son unos de tantos compatriot­as suyos que estos días se acercan a la capital catalana a darse una juerga relámpago, que ellos viven aquí. “En la calle se está bien, mejor que en las terrazas, en la calle pasan cosas, te cruzas con la gente”. “Y en las terrazas estás en una burbuja, en tu mesa, y la gente ya está cansada de que no pase nada, la gente tiene ganas de fiesta de verdad”. Lo que les pasa, agregan, es que la fiesta clandestin­a a la que tenían previsto ir vendió todas las entradas de manera anticipada. Y no entran en más detalles.

EL REGRESO DE LOS LATEROS Las concentrac­iones en las plazas atraen a los vendedores ambulantes de cerveza

AL ESTILO DE CADA BARRIO En el Raval ponen música electrónic­a y en Sant Antoni cenan pizzas

 ?? CÉSAR RANGEL ?? Fiesta en la calle Verdi. A medida que la Guardia Urbana desalojaba las plazas de Gràcia, la calle Verdi se convirtió en un inquietant­e punto de encuentro
CÉSAR RANGEL Fiesta en la calle Verdi. A medida que la Guardia Urbana desalojaba las plazas de Gràcia, la calle Verdi se convirtió en un inquietant­e punto de encuentro
 ??  ?? Luis Benvenuty
Luis Benvenuty
 ??  ?? César Rangel (fotos)
César Rangel (fotos)
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CÉSAR RANGEL
 ?? CÉSAR RANGEL ?? Los personajes de la noche. Agentes de la Guardia Urbana y de los Mossos d’esquadra, vendedores ambulantes de latas de cerveza y ciudadanos de toda índole y condición en una búsqueda de entretenim­iento más bien amarga y frustrante son algunos de los protagonis­tas de estas noches tan inquietant­es de Barcelona, de una representa­ción descomunal y un tanto apocalípti­ca del juego de toda la vida del gato y del ratón.
CÉSAR RANGEL Los personajes de la noche. Agentes de la Guardia Urbana y de los Mossos d’esquadra, vendedores ambulantes de latas de cerveza y ciudadanos de toda índole y condición en una búsqueda de entretenim­iento más bien amarga y frustrante son algunos de los protagonis­tas de estas noches tan inquietant­es de Barcelona, de una representa­ción descomunal y un tanto apocalípti­ca del juego de toda la vida del gato y del ratón.
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CÉSAR RANGEL
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CÉSAR RANGEL

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