Hermitage: acuerdo tripartito o un solar para la eternidad
Evitar la judicialización del caso solo será posible si hay una alternativa asumida por Ayuntamiento, puerto y, sobre todo, promotores del museo
La prórroga de un mes, que el puerto de Barcelona concedió al Ayuntamiento para tratar de encontrar una solución pactada al conflicto en torno a la construcción de una sucursal del museo Hermitage en terrenos de la nueva bocana, ha superado su primera mitad. Aunque las muy discretas conversaciones entre las tres partes (el puerto, el Consistorio y los promotores del equipamiento) se han intensificado en los últimos días, la fecha del 26 de mayo, en la que está previsto que vuelva a reunirse el consejo de administración del puerto, está ya a la vuelta de la esquina y el penúltimo capítulo del contencioso que comenzó hace nueve años sigue todavía por escribirse.
O un acuerdo entre las tres partes sobre qué tipo de instalación ubicar en la nueva bocana del puerto o un solar para la eternidad. La anterior disyuntiva sintetiza la interpretación más realista del momento por el que atraviesa el proceso del Hermitage barcelonés.
Diversas fuentes consultadas por La Vanguardia dan por hecho que si la alternativa que plantea el Ayuntamiento a la construcción de la sucursal del museo de San Petersburgo no es del agrado de los promotores e inversores, o si se pretende imponerla a sus espaldas, estos llevarán con toda seguridad el caso a los tribunales desde la absoluta convicción de que tienen unos derechos adquiridos –la concesión concursal– que la justicia no podrá obviar. En cualquier caso, la vía de la judicialización, que no beneficia a ninguna de las partes, supondría, según los expertos consultados, entre tres –un plazo excesivamente optimista– y siete años de litigio. Una eternidad. Y, mientras tanto, un solar inmovilizado en un privilegiado enclave de Barcelona. Algo difícil de justificar y de entender en una ciudad que aspira a ser un referente en tantas cosas y que, ahora más que nunca, necesita palancas de reactivación económica.
Hace unos días el diario Ara publicaba una muy bien documentada información acerca de una posible alternativa al Hermitage. Se trata del European Urban Tech, definido como “un centro de referencia internacional para abordar la transformación ecológica y tecnológica de las ciudades”. Una buena iniciativa, que colmaría los deseos de la alcaldesa Ada Colau y en la que estaría implicada, entre otros, la Barcelona Tech City, y que sus promotores vienen perfilando desde hace un tiempo. Una alternativa que, en todo caso, no está pensada específicamente para instalarse en el solar de la nueva bocana del puerto. Y que, sobre todo, no parece que pueda resultar atractiva –y lucrativa– para quienes pretenden situar allí la franquicia museística
Desde que alcanzaron el poder pronto hará seis años, los comunes siempre han expresado un categórico rechazo al proyecto del Hermitage, que sí cuenta con el apoyo de la autoridad portuaria y
Una alternativa al proyecto que rechaza la alcaldesa se perfila en el ámbito cultural y con un sello barcelonés
que, a pesar de los intentos de una parte del gobierno municipal por aparentar lo contrario, es visto con buenos ojos por un sector importante del tejido asociativo y comercial de la Barceloneta.
En las conversaciones en marcha para tratar de encontrar una solución se ha barajado otra opción que implicaría a una importante institución cultural de la ciudad, que daría un sello más barcelonés al futuro equipamiento y que, sin renunciar a ella, diluiría en cierto modo la marca Hermitage aun manteniendo un destacado espacio expositivo. Por ahora no se conocen muchos más detalles de esta opción B, aunque salvando distancias –enormes– hay quien la compara con un Lincoln Center de Nueva York a pequeña escala.