La Vanguardia

El misterio IRURITA

Un nuevo libro apunta que fue asesinado por dos anarquista­s en La Seu d’urgell

- JOSEP PLAYÀ MASET

Según el informe de un confidente de la policía, emitido a mediados de 1939, el obispo de Barcelona Manuel Irurita fue asesinado en las postrimerí­as de la Guerra Civil en un lugar no precisado entre La Seu d’urgell y Andorra por dos militantes del sindicato de alimentaci­ón de la CNT. Esta es la gran novedad que aporta el libro La increïble història del bisbe Irurita (Ed. Base), del periodista Josep Maria Ràfols.

Hasta ahora la versión oficial del régimen franquista era que el obispo Irurita se había escapado en julio de 1936 de la sede episcopal para refugiarse en casa del joyero Antoni Tort. Unos meses más tarde fue detenido durante un registro y fusilado en el cementerio de Montcada el 3 de diciembre de 1936. Su cadáver no habría sido localizado hasta mayo de 1940 y el 10 de diciembre de 1943 su cuerpo fue trasladado en una ceremonia multitudin­aria a la capilla del Cristo de Lepanto de la catedral de Barcelona. En 1958 se inició un proceso de canonizaci­ón que revitalizó en 1993 el cardenal Ricard Maria Carles. Él mismo encargará unas pruebas de ADN el año 2000 para asegurar que la persona enterrada en la catedral es el obispo y desde el 2002 toda la documentac­ión se halla en Roma.

El fusilamien­to de Irurita ha estado lleno de incógnitas desde el primer momento y ha generado mucha literatura. Los libros de Antoni Sospedra, Joan Bada, Miquel Mir i Ponç Feliu y los artículos de Hilari Raguer, Josep Clara o el periodista Josep Maria Sòria en este mismo diario han coincidido en una palabra: “misterio”. No hay testigos presencial­es de su fusilamien­to; algunos documentos apuntan que estaba vivo durante la guerra, habría pasado por otros centros de detención, e incluso hubo negociacio­nes para entrar en un intercambi­o de prisionero­s; concluida la guerra se extendió el rumor, publicado por la misma prensa del régimen, que estaba vivo; la identifica­ción del cadáver encontrado en el cementerio de Montcada ofrecía algunas dudas a sus familiares; y aunque las pruebas de ADN certificar­on un vínculo al 99% entre los restos de dos hermanas del obispo y los del cuerpo encontrado en Montcada, habría pasado lo mismo si el cadáver hallado en este cementerio fuera el de su sobrino Marcos Goñi, detenido con él. Demasiadas dudas para una causa de beatificac­ión y eso explicaría que esté paralizada en la curia vaticana.

La gran incógnita que ha envuelto el caso proviene de dos testigos que aseguran que se encontraro­n al obispo Irurita saliendo del palacio episcopal el 28 de enero de 1939, dos días después de la entrada de las tropas nacionales en Barcelona. Francesc Aragonès se dirigía con sus hijos Josep Maria i Joan, de 13 y 11 años, y su amigo Joan Arbós a una misa de campaña en la plaza de Catalunya cuando, al pasar por la calle del Obispo (durante la guerra renombrada Federico García Lorca, después Obispo Irurita y ahora de nuevo sin el apellido) ve que se abre la puerta de la sede episcopal y salen

El libro no resuelve la duda sobre su presencia en Barcelona en enero del 39 y su posterior desaparici­ón

dos personas. Una de ellas la identifica como el obispo, se acerca para besarle la mano, pero él la retira.

-Señor obispo, creíamos que lo habían fusilado.

-No griten, que me compromete­n.

Este fue el breve diálogo y rápidament­e los dos personajes continuaro­n hacia la plaza de Sant Jaume. En aquel momento se acercaba al grupo el médico Josep Raventós, acompañado de un chófer, e identifica­n también al obispo. Tanto el doctor Raventós como Josep Maria, hijo de Aragonès, que se hizo cura y canónigo de la catedral de Barcelona, dejaron testimonio escrito. Y los dos lo comunicaro­n a Antoni Sospedra, encargado por el cardenal Narcís Jubany de estudiar la causa.

Si Irurita había sobrevivid­o, dejaba de tener sentido la idea del obispo mártir, como si que había pasado con Salvi Huix, obispo de Lleida, o

Manuel Borràs, obispo auxiliar de Tarragona, y otros once prelados de toda España asesinados por el bando republican­o. En uno de los últimos libros sobre el caso, El misteri de l’assassinat del bisbe de Barcelona, de Ponç Feliu y Miquel Mir, se apuntaba la posibilida­d que Irurita, ya fuese por la vergüenza de haberse salvado o haber escondido durante su cautiverio que era obispo, prefirió desaparece­r y refugiarse en un monasterio extranjero donde habría fallecido.

Josep Maria Ràfols empieza su libro a partir del testimonio de Paul Melis, miembro de la comunidad de Montalegre, que un día le explicó que Irurita se había refugiado en la cartuja italiana de Farneta. Lo investigó, pero no encontró ningún rastro de su presencia en este convento de la Toscana. Y tampoco en otra cartuja de Valsainte, en Suiza. Asegura que este fue el punto de partida que lo llevó hace cuatro años a iniciar esta investigac­ión.

El sacerdote e historiado­r Joan Bada también había encontrado un documento donde se decía que Irurita, forzado por el dirigente anarquista Buenaventu­ra Durruti, sacó 3 millones de pesetas del obispado que habían ido a la Generalita­t y a pagar su protección. Y lanzaba la hipótesis de que fuera el nuncio vaticano quien lo hubiera sacado de Es

paña en 1939. Eso explicaría también que el Vaticano no hubiese nombrado a un nuevo obispo de Barcelona hasta 1942 –¿cuando ya habría muerto?– y durante tres años optara por un administra­dor apostólico, el obispo de Murcia, Miguel de los Santos Díaz Gómara.

En el documento localizado por Ràfols, un infiltrado en grupos cenetistas de París pide a Luis Martí Olivares, responsabl­e policial de Barcelona, permiso para interrogar a dos prisionero­s del campo de Argelers que conocen los hechos, antes de que huyan a Sudamérica, lo que no logra. Y no se sabe nada más. Hay también un intento en 1942 de desenterra­r cinco cuerpos sepultados cerca de Aravell i Bellestar, junto a La Seu, pero nunca se hizo.

Que unos incontrola­dos se llevaran al obispo en la retirada y lo mataran poco antes de entrar en Francia recordaría la ejecución del obispo de Teruel, Anselmo Polanco, en

Pont de Molins. Pero si se dan por válidos los testimonio­s que lo vieron, la pregunta es otra: ¿como es posible que en la Barcelona ocupada del 28 de enero del 1939 Irurita fuera sacado de Barcelona por sus carceleros (¡pasando por la sede episcopal!) y atravesara­n el frente de batalla? Sería un final todavía más fantasioso. Quizá quede aún algún documento (¿en el Vaticano?) que hará que este nuevo libro no sea el último sobre Irurita.

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Refugio. Foto del obispo Irurita en el comedor de la calle Call 17 de Barcelona, donde fue escondido por Antoni Tort
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. Entierro. El obispo Irurita fue enterrado con honores de general de división en la catedral de Barcelona en 1943
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JAUME MERCADER Canonizaci­ón. .El cardenal Ricard M. Carles (derecha), a punto de firmar los papeles de la causa enviados a Roma

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