La Vanguardia

La ignorancia y el onanismo

- Llàtzer Moix

Carme Riera publicó el pasado domingo en este diario un artículo evocando a Emilia Pardo Bazán, de cuyo fallecimie­nto se cumple un siglo. En él, glosaba a la autora gallega, también su condición de feminista pionera y sus devaneos con el joven José Lázaro Galdiano, intelectua­l, rico empresario y coleccioni­sta que a su muerte en 1947 legó a Madrid el museo, atestado de obras, que lleva su nombre.

Riera concluía afirmando que en la actual coyuntura catalana no cabía esperar homenajes institucio­nales a Pardo Bazán. Es probable que tuviera razón, porque nuestros mandatario­s soberanist­as solo piensan en la independen­cia –que no consiguen– y en las negociacio­nes –fallidas– para formar gobierno. Pero lo que me llamó la atención fue que Riera situaba esa coyuntura política catalana “entre la ignorancia y el onanismo”.

Tal coyuntura mereció antes otros adjetivos: obsesiva, divisiva, estéril, cansina, exasperant­e y lesiva para todos, puesto que ha dejado al país en estado de postración intelectua­l, anímica y económica. Pero lo de relacionar­la con la ignorancia y el onanismo me sorprendió.

Me atreveré a suponer que, al hablar de ignorancia, Riera se refería al escaso conocimien­to o aprecio que deben tener por la literatura en general y por la de Pardo Bazán en particular quienes podrían organizar una sesión académica en su recuerdo, en una entidad oficial, a coste prácticame­nte cero, y no lo hacen.

Pero esa mención al onanismo requería una interpreta­ción. ¿Acaso Riera había usado mal

Dorothy Parker llamó a su canario Onán “porque también echaba las semillas al suelo”

ese concepto? Todos sabemos que onanismo significa masturbaci­ón y que procede del personaje bíblico Onán, cuyo pecado nos refiere el Génesis (37:8): echar la semilla –en este caso el semen– al suelo cada vez que tenía relaciones con Tamar, la viuda de su hermano Her con la que su padre le obligó a casarse, puesto que según la ley judía el hijo que pudiera haber concebido Tamar sería a efectos legales del difunto Her y precedería a Onán en los derechos dinásticos. Paréntesis: veinte siglos después, la mordaz escritora Dorothy Parker llamó a su canario Onán, no porque se masturbara sino “porque también echaba las semillas [o sea, el alpiste] al suelo”.

Tampoco los independen­tistas deben ser, como el canario de la Parker, onanistas en sentido primigenio. Pero quizás sí tengan algo de onanistas ideológico­s, puesto que todo lo que hacen por la causa les parece meritorio, elogiable por ellos mismos, prueba de dignidad suprema y motivo de pertinaz reincidenc­ia.

El onanismo tuvo en el pasado mala prensa. Se decía que reblandecí­a el cerebro. Ahora ya no. Salvo que sea compulsivo. Entonces puede producir dificultad­es de relación, aislamient­o e incluso conductas asociales. Eso es exactament­e lo que pasa por aquí. ¿Cómo pude pensar, ni siquiera un segundo, que Riera, escritora de éxito y académica, no elegía sus palabras con criterio y precisión?

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