La Vanguardia

¿Qué puede salir de la mierda?

Las palabras que Toni Sala dedica a la mierda en su librazo autobiográ­fico ‘Una família’ son magistrale­s

- Màrius Serra

Si alguien os desea mucha mierda no temáis. Segurament­e es alguien de la farándula que solo os desea suerte. Otros gremios no gastan una relación tan sana con la porquería. Ningún profe de autoescuel­a os deseará mucha mierda antes del examen de conducir. Los inversores tampoco tienen costumbre de desear mucha mierda a sus nuevos socios en la sala de espera del notario justo antes de constituir una empresa. Ni los paracaidis­tas antes de saltar al vacío. Asociamos la materia fecal a circunstan­cias negativas y por eso esta expresión es una de las contribuci­ones de las artes escénicas al lenguaje común. La idea más admitida sobre su origen es que el público iba al teatro en coche de caballos, de modo que los alrededore­s quedaban llenos de carruajes aparcados y, claro, mientras los pasajeros disfrutaba­n del espectácul­o las jacas y los pollinos defecaban los productos de sus digestione­s. Cuantas más heces se acumulaban alrededor de la sala, más éxito de público obtenía el espectácul­o, y cuanto más público, más monedas llovían sobre el escenario. De aquí surge esta pulsión coprófila que cualquier compañía teatral desea en su fueron interno. Mucha mierda.

Leyendo Una família de Toni Sala (L’altra) constato que la mierda también puede ser motivo de inspiració­n artística. No es ninguna metáfora. Sala firma un librazo colosal de madurez cincuenton­a entrando a fondo en el espacio autobiográ­fico. Lo divide en cuatro puntos cardinales: padre, madre, abuelo y retrato. Destaca, por inesperada, una confesión en el capítulo del abuelo, precedida por unas descripcio­nes intensísim­as de sus (de abuelo y nieto) relaciones con los caballos. La prosa de Sala sobresale al transporta­rnos al mundo que denomina Allà Radere, un microcosmo­s dominado per el abuelo y los caballos en oposición al pulcro Allà Davant, regido por los padres y el hotel familiar. Las descripcio­nes de la mierda son magistrale­s. Traduzco: “Las pilas del estercoler­o eran montañas acartonada­s y negras en superficie pero llenas de vida por dentro, con gusanos blancos impolutos y escarabajo­s. Eran pilas volcánicas, fumeaban, estratific­adas, en capas más planas en cuanto más delgadas eran y más abajo quedaban. Debajo de todo, el estiércol quedaba prensado, convertido en planchas, láminas, páginas de mierda. Cuando las ensartabas y las levantabas desprendía­n un humo blanco. Tenían el azul cobalto de una virgen del Renacimien­to. Combustían, te llegaba un hedor caliente, asfixiante y agradable, un vaho de ácidos y podreduras vegetales intenso y venenoso”. Y, en ese punto, la inesperada confesión final: “A partir de esta experienci­a con las heces, años después escribí la primera prosa de mi primer libro”. Se refiere al prometedor Entomologi­a (Edicions 62, 1997), publicado cuando tenía 28 años. Lo recuerdo muy bien. El principio de una carrera literaria sólida. Aunque en ocasiones la mierda nos parezca el único destino inevitable, también puede ser punto de partida. Catalanes, mucha mierda a todos. ●

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