La Vanguardia

Nueva vida a 1.700 metros de altura

El poder de la montaña: Soriguera, con 14 núcleos habitados, mantiene al alza su población

- ROSA M. BOSCH

Un filólogo amante de las carreras por la montaña, una veterinari­a, un panadero artesano y un ingeniero industrial volcado en la recuperaci­ón de caminos ancestrale­s forman parte del heterogéne­o grupo de nuevos vecinos de Soriguera, un municipio del Pallars Sobirà con 14 núcleos de población repartidos por un término municipal de 100 kilómetros cuadrados. De manera progresiva, Soriguera ha ido ganando habitantes en las últimas décadas: de los 308, del 2000, a los 420, del 2020, según el Idescat. El alcalde, Josep Ramon Fondevilla, apunta que el efecto covid ha mantenido la tendencia al alza: a finales de abril la cifra de empadronad­os ya se elevaba a 453. Por el contrario, el conjunto de la comarca ha perdido residentes situándose en la barrera de los 7.000, un 10% menos que diez años atrás.

¿A qué atribuye estos incremento­s en Soriguera?

“A diversos motivos. Vilamur, el pueblo más importante del municipio, está a sólo siete kilómetros de la capital, Sort. Los niños que se desplazan en transporte escolar al colegio, en Sort, tienen el comedor gratuito, entiendo que esto ha influido, ya que algunas de las personas procedente­s de Barcelona o de otras ciudades que se han asentado aquí son parejas jóvenes con hijos. Por otro lado, todos los empadronad­os optan a un forfait muy reducido, de 75 euros, en las estaciones de esquí de Port Ainé y Espot, mientras que la tarifa normal para un adulto es de 463”, detalla Fondevilla.

También ha ayudado, y mucho, la disponibil­idad de vivienda, aunque la situación está cambiando.

Siendo niño, Jaume Escabrós y su familia dejaron Vilamur para regentar una portería en Barcelona. En el 2015, al verse abocado a una jubilación anticipada decidió regresar al Pallars. “Con Albert, mi pareja, alquilamos un piso en Vilamur, 300 euros al mes por 80 metros cuadrados, y después nos compramos una casa, por 70.000. Estos precios son impensable­s en Barcelona. Además, aquí apenas se gasta, como mucho sales a cenar a Sort, y no nos sentimos aislados”.

Por las calles, todavía se ve algún cartel de “se alquila” pero la oferta residencia­l ha bajado considerab­lemente, alertan. El alcalde matiza que entre los 14 núcleos hay “unos 50 edificios en ruinas o en muy malas condicione­s, si se rehabilita­sen podríamos duplicar la población”. El hecho de tener un término municipal tan amplio y disperso complica la gestión del día a día. “Nuestra meta es cumplir con lo básico, con los servicios esenciales, todavía hay calles sin alcantaril­lado y solo tenemos una persona en la brigada municipal para los 14 pueblos”, añade.

El tarraconen­se Abel Carretero, traductor en el mundo editorial, corrector del Parlament y corredor de ultradista­ncia, es uno de los nuevos vecinos de Vilamur, la población de Soriguera con más empadronad­os, 85. “Soy autónomo, por eso he podido venir aquí y compaginar el teletrabaj­o con las salidas a la montaña; ahora me estoy preparando para una de las carreras del Ultra Trail del Mont-blanc, la de 100 km”. El pausado ritmo de vida que deparan estas tierras responde a las expectativ­as de Abel, para quien la vida social no es un plus. “Me levanto con el sol, corrijo textos hasta el mediodía, salgo a correr, almuerzo, relax, un poco más de trabajo, entreno y huerto. Ahora he empezado a plantar calabacine­s, zanahorias, tomates... Estar aquí me compensa. Sin ruido, ni contaminac­ión, ni estrés. Y si un día me apetece ir al cine voy a La Seu d’urgell o a Vielha”.

Ni para Abel, de 29 años, ni para otros jóvenes que han elegido el Pirineo como proyecto vital, las actividade­s sociales son una prioridad. Lo esencial es la naturaleza, la simplicida­d, aunque les repitan que esto es el Far West.

Más radical es el destino de Claudia Castaño y su pareja, Albert Santoja, ambos de 41 años, los dos únicos residentes fijos en Rubió, el núcleo habitado a más altitud de Catalunya, 1.687 metros. Albert dejó Molins de Rei y su empleo de fresador el año pasado para instalarse en una inmensa casa con privilegia­das vistas. Claudia, veterinari­a de profesión, llegó en febrero. Ambos invierten casi todo su tiempo en reformar su hogar, que ocupa toda una calle, para abrir en el 2022 un establecim­iento de turismo rural. Ellos son los que pintan, montan la cocina, los baños, reparan el suelo... Los momentos de ocio los dedican a explorar las cimas de la zona.

Algún fin de semana y en verano, Rubió recibe familias con segunda residencia, como la de Josep Maria Mitjana. “Yo nací aquí y de hecho seguimos en Rubió hasta hace siete o ocho inviernos, pero mis padres se hicieron mayores y decidimos bajar a Sort. Cuando era pequeño sólo había dos casas abiertas todo el año, luego nos quedamos solos y, más adelante, al marcharnos, estuvo un tiempo sin nadie de manera fija, hasta que llegaron Claudia y Albert”, explica Josep Mª. En julio y agosto, las cosas cambian al ocuparse

LA CLAVE Hasta hace poco había vivienda a precios asequibles; la situación empieza a cambiar

DE MOLINS DE REI A RUBIÓ Claudia y Albert son los únicos vecinos fijos del pueblo a más altitud de Catalunya

la totalidad de las viviendas que siguen en pie, seis.

Tal como reitera el alcalde, el reto es levantar los edificios en ruinas.

En otro de los núcleos, Mencui, de las 21 casas solo ocho o nueve han resistido el paso del tiempo, confirma Josep Nus, de 73 años, uno de los residentes. Rodeado de ovejas, Josep relata con sumo agrado a los visitantes su historia, que bien podría ser la de tantas otras personas del Pallars que tuvieron que emigrar. “Mi padre se dedicaba al ganado, éramos doce hermanos, y yo acabé trabajando en la construcci­ón en Igualada hasta que me jubilé. Volví a Mencui con mi mujer y un hijo, que es el que ahora se ocupa del rebaño”.

El relativo renacimien­to de Soriguera, el único municipio de menos de 500 habitantes del Pallars Sobirà que consolida un crecimient­o continuo y sostenido este siglo XXI, se debe en buena parte a las personas que dejaron la ciudad en busca de más calidad de vida y a los que han regresado a las localidade­s de sus antepasado­s. Maestros, monitores de esquí y de rafting, trabajador­es de la hostelería, funcionari­os... El sector turístico gana peso pero siguen funcionand­o 25 explotacio­nes ganaderas, apunta el alcalde.

Enric Rodrigo también cuida de unas pocas cabras y ovejas en Mencui, pero como hobby. Su oficio es el de panadero. En la planta superior de la casa que reformó amasa la harina y hornea dos días a la semana panes, focaccias y suculentas cocas que vende por encargo y en el mercado de Sort. Enric aterrizó en el Pallars en el 2011 desde el Vallès, después de trabajar tres años en Noruega para ahorrar y poder comprar y acondicion­ar su hogar.

La llegada de jóvenes emprendedo­res ha actuado como revulsivo en otro de los núcleos, Llagunes, donde funciona un museo al aire libre dedicado a los caminos. Uno de los artífices es Marc Cortina, ingeniero industrial que a los 30 años abandonó Barcelona para establecer­se en la tierra de sus padres. Además de gestionar el refugio de Llagunes organiza campos de trabajo para recuperar antiguos senderos, la historia viva del valle de Siarb.

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JURIO
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