La Vanguardia

Antimemori­as de África

La francomarr­oquí Leila Slimani inicia una trilogía familiar novelando la historia de sus abuelos

- XAVI AYÉN

Una joven alsaciana, rubia, alta y de ojos verdes, conoce a un apuesto oficial marroquí, que forma parte del destacamen­to francés que ha liberado su pueblo en la Segunda Guerra Mundial. Se enamoran, se casan y se van a vivir a Meknès, la localidad de él. Esto, que podría ser el final de una novela convencion­al, es solo el principio de El país de los otros (Cabaret Voltaire/angle), la nueva obra de Leila Slimani (Rabat, 1981). Además del choque de culturas, la relación entre Mathilde y Amine deberá superar los estallidos de violencia en el país, la declaració­n de independen­cia, los prejuicios de uno y otro lado... Se trata, pese a todo, de una historia vitalista, colorida y sensorial, basada en la de los abuelos de la autora, que con este libro ha quedado, por cierto, finalista del premio Llibreter, que se falla el próximo 6 de julio.

Autora de En el jardín del ogro (2014), sobre una mujer esclava de su ninfomanía; o de Canción dulce (2016), inquietant­e thriller con niñera que ganó el Goncourt, El país de los otros, con su tono de épica cotidiana, supone un cambio pues es “la primera parte de una trilogía familiar –dice por videollama­da desde su casa en París– para intentar comprender mis dos culturas, mis dos lenguas, saber de dónde vengo y por qué existo, en primer lugar gracias a la Segunda Guerra Mundial”.

“Mi abuela alsaciana –prosigue– hablaba árabe, tenía mucho carácter, arrebatos de cólera y era muy feminista”. Junto a su abuelo, “se instalaron en un lugar yermo para montar una granja. Los árabes no podían tener buenas tierras, les daban las malas”. Los matrimonio­s mixtos “eran muy raros, en todo caso eran de hombre francés con mujer marroquí. Toda colonizaci­ón es una empresa sexual: el hombre blanco penetra en el territorio y conquista a las mujeres”.

A su llegada a Marruecos, a Mathilde le decepciona­rán muchas cosas. “Para empezar, su marido no es el mismo. Le molesta que su esposa habla mucho, expresa su opinión, no acepta quedarse en su lugar. Ella se esperaba, además, una granja suntuosa con criados. Aquel oficial es el héroe que liberó su pueblo, pero se da cuenta de que es pobre. Y estar casada con él le impide formar parte del grupo de colonos franceses. Está completame­nte aislada”.

Amine es trabajador y fiel, pero poco a poco va brotando su machismo y agresivida­d. “Mi abuelo fue a la guerra, vio cosas horribles, pero no habló nunca de ello. Y, de repente, tuvo que volver a la vida normal. Entonces no existía el apoyo psicológic­o. Es un hombre humillado, víctima del racismo. En todos mis libros exploro la mecánica de la humillació­n, cómo alguien humillado busca a alguien mas débil que él para castigarle, a menudo una mujer”.

La ciudad de Meknès está estrictame­nte dividida en dos partes, la medina para los árabes y la ciudad moderna para los blancos. “La colonizaci­ón funcionó bajo un sistema de segregació­n: unos viviendo al lado de los otros, sin mezclarse”.

La protagonis­ta escribe cartas a su hermana en Alsacia como si viviera en una novela de Karen Blixen, pero en realidad “mi novela es lo contrario a Blixen, más salvaje y violenta, es un anti-memorias de África. Mathilde no es aristócrat­a sino pobre, y se reconoce en los africanos, por eso acaba montando un dispensari­o para curarles. Recuerdo las largas colas en el de mi abuela, le pagaban con gallinas, conejos...”.

Un personaje llamativo es Yasmina, la esclava negra de la familia. “Hubo esclavos hasta finales de los años 40 –cuenta–, en las mansiones aristocrát­icas había muchos. El rey era el que tenía más, vivían en un barrio alrededor del palacio. Yasmina existió, yo la conocí, fue un regalo de bodas que recibió mi abuela”.

Con una serie en preparació­n (se esta escribiend­o el guion), Slimani tiene “prácticame­nte terminada la segunda parte, se ambienta a finales de los 60, en los ambientes de una elite marroquí que sale mucho, escucha jazz, es de izquierdas, y luego cómo basculamos de eso a los años de plomo, los 70, con la represión a cargo del rey Hassan II. El tercer tomo será ya mi generación, la de la emigración, los que nos fuimos a Europa o EE.UU., y el auge del islam político y el conservadu­rismo”.

“Esclavos en Marruecos hay hasta finales de los 40, el rey era el que más tenía; a mi abuela le regalan una en su boda”

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XAVIER CERVERA Leila Slimani, hace dos años, en una visita que realizó a Barcelona

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