La Vanguardia

El rechazo social envuelve los Juegos

En apenas dos años, Tokio ha pasado de la locura por los Juegos al rechazo

- TOKIO 2020

La organizaci­ón recibió 23 millones de solicitude­s para el millón de localidade­s que se puso a la venta

Para los 80.000 puestos de voluntario­s se presentaro­n más de 200.000 peticiones

Japón aspiraba a celebrar unos Juegos para el pueblo, recordando a los de 1964 y 1992

El mantra del COI y del comité organizado­r está claro: “Hagamos unos Juegos seguros”

En otoño del 2019 Japón organizó con un éxito tremendo el Mundial de rugby. Para más satisfacci­ón la selección anfitriona se clasificó por primera vez entre los ocho primeros tras batir a Escocia y las audiencias televisiva­s subían como la espuma. Quedaban pocos meses para la celebració­n de los Juegos y en el país rezumaba una fiebre deportiva y olímpica. La venta de localidade­s se desbordaba. El sorteo en el que se distribuye­ron las butacas para los distintos deportes sacaba humo. Hasta 23 millones de peticiones se recibieron para distribuir sólo un millón de billetes. No era el único dato que indicaba bien a las claras cómo se preparaba el pueblo toquiota y el japonés en general para los segundos Juegos de su historia. Si los del 64 exportaron al mundo una imagen de modernidad dos décadas después de la II Guerra Mundial, los del 2020 tenían que ser casi perfectos y más tras los defectuoso­s de Río 2016.

Los voluntario­s no había que irlos a buscar. Se presentaba­n en manada. Se requerían 80.000 y apareciero­n más de 200.000. El COI y el comité organizado­r se frotaban las manos.

También los patrocinad­ores y sector del turismo y la hostelería. Japón había cerrado el 2019 con 31,9 millones de visitantes foráneos, un récord por séptimo año consecutiv­o, y las previsione­s para el 2020, con el tirón de los Juegos, se elevaban a los 40 millones. “Los Juegos tenían que ser unos Juegos al estilo de los Juegos del 64, también en Tokio, o de los Juegos de Barcelona’92, con unos Juegos al servicio de la economía y no una economía al servicio de los Juegos”, escribió el periodista y escritor Roy Tomizawa, autor del libro 1964 The greatest year in the history of Japan.

Pero todo eso se evaporó con el impacto del coronaviru­s, que llegó a Japón por el puerto de Yokohama a bordo del crucero

Diamond Princess. En apenas unas semanas quedaron aplazados los Juegos, la fiesta se terminó sin que hubiera empezado y Japón, como el mundo, se encerró en sí mismo.

Cuando se reprograma­ron los Juegos ya nunca fue lo mismo, por el temor a los contagios, por las llamadas a la suspensión y por el descenso del apoyo popular a la cita, según iban reflejando las paulatinas encuestas de los principale­s medios de comunicaci­ón del país. Sondeos en los que el rechazo a los Juegos ha oscilado entre el 40% y el 80%, según la coyuntura. A mediados de mayo el abogado Kenji Utsonomiya presentaba ante la alcaldía de Tokio una petición con 350.000 firmas, dirigida, entre otros, al presidente del COI, Thomas Bach. Su mensaje era rotundo: “Cancele los Juegos de Tokio para proteger nuestras vidas”. La Asociación de Médicos de Cabecera de Tokio, que representa a unos 6.000 doctores de atención primaria, se pronunciab­a en la misma línea y así lo reflejaba en una misiva entregada al Gobierno japonés.

Las noticias de las restriccio­nes iban cayendo a plomo. Ahora se decidía que no habría público extranjero, con lo cual una parte del negocio, el que podía repercutir más en la economía local, se iba a pique. Ahora, se estudiaba solo un reducido cupo de seguidores locales, aunque fuera bajo la orden de no chillar y de no abrazarse. Pero al final, ni eso. Nadie del pueblo en las gradas y solo el 20% de los ciudadanos vacunados con la pauta completa.

Ninguna algarabía ante el paso de la antorcha por las calles, siempre evitando las aglomeraci­ones, los aplausos, los cánticos y, si se produce alguno, es de protesta contra la celebració­n de los Juegos, una reivindica­ción que se ha ido repitiendo. Ninguna ceremonia en la apertura de la villa olímpica. “Hagamos unos Juegos seguros”, ha sido el mantra del COI y el comité organizado­r. Pero no podrán ser como se imaginaban en ese otoño embriagado­r del 2019.

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JUAN BAUTISTA MARTINEZ
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SERGIO HEREDIA
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Un grupo de manifestan­tes expresa su oposición a la celebració­n de los Juegos, el pasado domingo en Tokio
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