La Vanguardia

INGLATERRA FESTEJA EL FIN DE LAS RESTRICCIO­NES

Una parte de la población celebra la libertad, y la otra preferiría seguir bajo tutela

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Un año y medio después, Inglaterra puso ayer fin a las restriccio­nes para combatir la pandemia de la covid. Fue el “día de la Libertad”. Una parte de la población lo celebró, como los jóvenes de la fotografía, que hacían cola en Brighton para entrar en la discoteca. Otra, temerosa al ver los contagios al alza, hubiera preferido seguir tutelada.

La libertad en Inglaterra tiene ese sabor agridulce y esa textura pegajosa de los platillos chinos. Buena parte de la población celebró ayer el final después de año y medio de todas las restriccio­nes legales derivadas de la pandemia, pero la mitad sigue atenazada por el miedo, considera prematura la medida y preferiría que el Estado siguiera tutelándol­a y ordenándol­e si debe llevar mascarilla y con cuánta gente se puede reunir, al estilo Gran Hermano.

El anunciado “día de la Libertad”, postergado un mes por Boris Johnson por el aumento de casos, llegó en medio de la confusión y el caos político. Con mensajes contradict­orios del Gobierno (por un lado, ya no hay ninguna obligación de hacer o no hacer nada, por otro pide prudencia y que se sigan cumpliendo las medidas de seguridad). Y con el primer ministro y el titular de Finanzas confinados por haber estado en contacto con el de Sanidad, que ha pillado el virus a pesar de estar doblemente vacunado (un 68% de los adultos ya tiene la pauta completa).

Peor aún, con problemas de suministro­s y el país en peligro de quedar paralizado porque una aplicación oficial del Servicio Nacional de Salud (NHS) ha pedido tan solo en la última semana a medio millón de británicos que se encierren en casa y no vayan a trabajar por haber “estado en contacto” con infectados. El sistema, que ha costado 45.000 millones de euros y está en manos de compañías vinculadas a mecenas del Partido Conservado­r, es tan imperfecto que lee mal las distancias y recomienda recluirse a quienes viven a varias casas de los contagiado­s.

Miles de soldados han recibido instruccio­nes de aislarse, una línea del metro de Londres tuvo que ser suspendida por falta de personal, y hasta un 20% de los operadores de puertos y aeropuerto­s se supone que no pueden salir de sus domicilios por instruccio­nes de la app. Aunque no es obligatori­o seguirlas, un tercio de los británicos que la tenían descargada en sus teléfonos móviles ha decidido borrarla. Ante la perspectiv­a de que para el mes que viene hasta diez millones de personas fueran considerad­as como contactos de contagiado­s, el premier Johnson ha anunciado que los trabajador­es de “empresas críticas” quedan exentos.

Desde ayer, bares, restaurant­es, teatros, cines y discotecas pueden operar a plena capacidad, algo que los comerciant­es de esos sectores necesitaba­n desesperad­amente. Los ingleses pueden reunirse en interiores con tanta gente como quieran y no hay límites para el número de invitados a bodas y funerales. Las recomendac­iones de no viajar a países considerad­os de riesgo se elimina, aunque para muchos de ellos seguirá habiendo restriccio­nes de cuarentena­s al regreso al Reino Unido.

Aunque se registran casi cincuenta mil infeccione­s diarias, el número de muertos es escaso y las hospitaliz­aciones se hallan bajo control, a pesar del alarmismo de algunos científico­s, que consideran irresponsa­ble la total reapertura del país y piden el mantenimie­nto de las restriccio­nes. El líder laborista, Keir Starmer, opina igual, mientras que los defensores de las libertades individual­es denuncian el peligro de caer para siempre en una especie de salutocrac­ia,

Con un 68% de los adultos vacunados, el elevado número de nuevos casos no se traduce en muertes

una dictadura de los médicos que, para reducir riesgos, pondrían a todo el mundo a dieta y los encerraría­n en casa.

Johnson, bajo fuertes presiones de ambos bandos, ha dicho que es el momento de reemplazar la tutela estatal por la responsabi­lidad individual. Pero pidió prudencia y advirtió del uso inminente de “pasaportes de inmunizaci­ón” para determinad­as actividade­s de ocio y vida nocturna. El alcalde de Londres, a todo esto, ha anunciado que la mascarilla seguirá siendo obligatori­a en el transporte público. La batalla entre el miedo y la libertad no ha hecho más que empezar, lo mismo que la guerra cultural entre quienes quieren tomar decisiones y quienes quieren que el Estado las tome por ellos.

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FUENTES: Gobierno del Reino Unido, Servicio de Hospitales del Reino Unido y IHME LA VANGUARDIA
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Una protesta ayer ante el Parlamento contra el mantenimie­nto de restriccio­nes en ciertos sectores

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