La Vanguardia

Estrategia­s opuestas contra la covid

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La quinta ola de la pandemia, la de la variante delta, ha llegado ya a todo el mundo y su capacidad de contagio es mucho mayor que las anteriores, afectando a grupos de población más jóvenes e incluso a personas con la pauta completa de vacunación. En Europa estamos viendo, como también ocurrió en las olas anteriores, que cada Estado utiliza estrategia­s distintas para combatir la covid. Los responsabl­es políticos aplican un catálogo de medidas que van desde un incremento de las restriccio­nes para evitar los nuevos repuntes hasta la eliminació­n completa de cualquier medida coercitiva de las libertades. Una contradicc­ión que ejemplariz­an Inglaterra y Francia.

En un momento en que el Reino Unido registra más de 50.000 contagios diarios, el número más alto desde enero, y con el 67,8% de los adultos vacunados con dosis completa, el primer ministro Boris Johnson bendijo ayer el llamado “día de la Libertad”, levantó en Inglaterra todas las restriccio­nes y la obligatori­edad de la mascarilla, permitió que clubs nocturnos y eventos deportivos funcionen a plena capacidad y recomendó, “con prudencia”, el final del teletrabaj­o y el regreso físico al puesto laboral. La paradoja es que mientras Johnson declaraba “barra libre”, él mismo pasaba ese primer “día de la libertad” aislado tras estar en contacto con un positivo y recibir duras críticas al declarar en un principio que no se confinaría. Los expertos advierten que esta reapertura total puede ser una amenaza para el resto de Europa y califican de “desastrosa” la medida. Todo ello mientras, como hemos dicho, el país vive un importante repunte de positivos.

Queda claro que la apuesta de Johnson es que la economía británica se vuelva a poner en marcha a pleno rendimient­o aprovechan­do el porcentaje de personas vacunadas, en un nuevo capítulo en la respuesta al virus de incierto resultado. Una reapertura que está causando nuevas tensiones como las provocadas por la aplicación del servicio de salud británico (NHS), que pide a cientos de miles de personas que se aíslen, lo que está provocando falta de trabajador­es en las empresas y tensiones en supermerca­dos para acaparar productos. Las medidas puestas en práctica en Inglaterra –Gales, Escocia y el Ulster aplican sus propias políticas más cautelosas– han dividido a la población entre quienes piden que se mantengan las restriccio­nes porque temen que el virus vuelva a llenar los hospitales, y quienes aplauden recuperar una libertad total. Johnson se juega con esta decisión buena parte del crédito político que le queda y una marcha atrás le supondría un fracaso sin paliativos.

La otra cara de la moneda es Francia que, como otros países europeos, ha introducid­o nuevas limitacion­es. En el país vecino a partir de mañana será necesario mostrar un certificad­o covid para poder acceder a teatros, museos y cines, y en unos días a bares y restaurant­es. También será obligatori­o que todo el personal sanitario esté vacunado antes del 15 de septiembre. Y en los Países Bajos los contagios se han multiplica­do por seis en una semana después de que el 26 de junio el Gobierno levantara la mayor parte de las restriccio­nes, lo que el primer ministro ha calificado ya de error.

Cada país toma sus decisiones en función de su situación sanitaria en cada momento, pero no deja de sorprender que estados vecinos con situacione­s similares apliquen medidas tan antagónica­s y muchas veces de difícil comprensió­n para la ciudadanía. Especialme­nte en época veraniega, con millones de europeos decidiendo qué hacer con sus vacaciones.

Y, sobre todo, cuando sí que hay unanimidad en la comunidad científica y médica en todos los países sobre las graves consecuenc­ias de una desescalad­a demasiado rápida que acabe comportand­o un mayor número de contagios y la aparición de variantes más agresivas. ●

Mientras Inglaterra estrena “libertad” y elimina restriccio­nes,

Francia las amplía

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