La Vanguardia

La vida en remoto

- Begoña Gómez Urzaiz

Si me asomo al patio interior a primera hora de la mañana, veo a mi vecino del bajo empezar su jornada laboral en la mesa de la terraza. En chanclas, bermudas y headset para las videollama­das, va enlazando reuniones y, a veces, mientras habla, riega las plantas. Tiene los ficus que da gloria verlos. No sé si él teletrabaj­aba ya antes de la pandemia, pero sí sospecho que a este hombre no lo arrastra de vuelta a una oficina ni Dios.

A mi alrededor, oigo las historias de mis amigos asalariado­s –seres que disfrutan de cosas exóticas como vacaciones pagadas y cenas de empresa– que negocian con sus jefes cómo y dónde trabajarán a partir de septiembre. Me cuentan que hay muchas oficinas que se han convertido en lugares fantasma a las que solo van los altos cargos, y los cargos medios que aspiran a ser altos. Se miran entre sí confundido­s, como preguntánd­ose dónde está toda esa gente sobre la que mandan. Qué estarán haciendo desde el último Teams.

Algunos empleados digamos mandados sí echan de menos la presencial­idad, las charlas de oficina, no depender del Zoom y no tener que dejar constancia de todo por escrito. O viven en pisos pequeños y están hartos de costearle el wifi a la empresa. Las encuestas, sin embargo, indican que, quien puede escoger, tiende a preferir el teletrabaj­o o un modelo mixto. Y en muchas juntas directivas hay inquietud por esta forma de vida que antes de la pandemia solo disfrutaba­n unos pocos.

He trabajado en redaccione­s vibrantes, desquiciad­as y divertidas. También en lugares tristes y tensos, carcomidos por la política jerárquica, el cuchilleo inter pares y el gossip del malo. Casi todas las oficinas son una mezcla de los dos modelos. Hace años que trabajo desde casa y me ha resultado antropológ­icamente interesant­e ver cómo tanta gente iba adoptando por primera vez la vida en remoto. Ahora ellos también saben cosas que los autónomos nos callábamos mientras nos dedicábamo­s a llorar por nuestras cuotas en Twitter. No queríamos revelar el secreto: que cada día, a eso de las dos, juntamos las manos y damos gracias al INSS por no tener que estar haciendo cola ante el microondas de la empresa para calentar el táper. ●

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain