Nena, a la una en casa
Catalunya ha solucionado el conflicto de la hora de recogerse
de los adolescentes
Tierra virtuosa del Mediterráneo, Catalunya ha zanjado por unos días la eterna controversia veraniega sobre la hora de recogerse de los adolescentes. Gracias a la Generalitat y su toque de queda a la una, miles de padres dormirán a pierna suelta, sin disputas conyugales y sin exponer su autoridad.
–¡A la una en casa, nena (o chaval)! Y no porque lo diga tu padre, tu madre, tus ancestros y mi tía abuela Rosita, que murió soltera y sin compromiso.
Llegar tarde a casa en noches estivales es obligación de todo adolescente y evitarlo es la de todo padre aunque solo sea para impresionar a los matrimonios amigos en esas cenas en la Costa Brava o la Cerdanya donde se toca el tema de los hijos, la salud financiera del Barça y el divorcio de los Graupera, veinticinco años de paz.
El postureo paterno en estas cenas omite que los hijos siempre llegan tarde y nunca pasa nada, por lo que hay mucho progenitor pragmático que se ahorra la canción del verano:
–¡Esto no es una fonda! El que llegue tarde duerme en la calle.
No hay principio de autoridad que resista semejante envite porque a la hora fijada y aun convenida, el niño o la niña no aparecen y las primeras excusas las dan los propios padres, todo fisuras.
–Vamos a esperar un poco más, seguro que se han encontrado un amigo y no han mirado el reloj, ni el móvil, ni les ha sonado la alarma. –¡Me van a oír!
–Xavi, diles lo que quieras, pero, por favor, no les cuentes lo de tu padre la noche que llegaste cinco minutos tarde...
Gracias al toque de queda, estado de alarma o lo que sea, los adolescentes en Catalunya fichan a la hora soñada por los padres, liberados de una obligación en la que creen poco y observaban más por tradición que por convicción.
¡Con lo disputadas que eran las trifulcas conyugales al respecto!
¿Cambiarán las caras rancias y rebotadas de algunos adolescentes en las costas y los bulevares del Mediterráneo? Algo me dice que no pero, al menos, los padres no se sentirán culpables y algunos todavía tendrán el morro de decir, antes de dar las buenas noches:
–¡La culpa es de los políticos! ●