Jovenes, es el momento de temer a la covid
De todos es sabido que la trascendencia clínica de las infecciones por SARS-COV-2 en los más jóvenes es menor, y que el riesgo de hospitalización y muerte disminuye considerablemente, en comparación con las personas más mayores. Sin embargo, este riesgo no es nulo. Por desgracia, una proporción pequeña pero relativamente fija de todos los casos (se calcula que alrededor de 1 de cada 100) en jóvenes requiere hospitalización, y los miles y miles de infecciones diarias que se están dando en Catalunya, avivadas por la mayor contagiosidad de la variante delta, así como por la poca percepción de peligro que tiene este grupo etario y de sus prácticas sociales de alto riesgo, se están empezando a traducir en un colapso de la atención primaria, así como un incremento rápido del número de hospitalizaciones, incluyendo las de uci.
No podemos –ni debemos– cerrar los ojos ante esta quinta ola cuya magnitud e impacto total están aún por ver. Estudios recientes demuestran que hasta una tercera parte de todos los jóvenes hospitalizados han tenido alguna complicación a nivel de riñones, corazón o pulmones. Además, los datos de las ucis, donde uno de cada cuatro pacientes ingresados es menor de 40 años, deberían hacer saltar las alarmas entre los más jóvenes y abrirles los ojos a la dura realidad de una enfermedad que pone en peligro la vida de cualquiera que se infecta.
Más allá del impacto agudo de la enfermedad, existen unas consecuencias más larvadas que han pasado muy desapercibidas, y que también deberían ser motivo de preocupación y respeto ante la posibilidad de infectarse. La persistencia de síntomas semanas o incluso meses después del evento agudo (que quedarían englobados bajo la nomenclatura Síndrome de Covid Postagudo, o PACS, por sus siglas en inglés) afecta a cerca del 10%-15% de pacientes infectados, independientemente de la gravedad de sus síntomas en el momento de la infección. El número de niños o adolescentes seguidos por PACS hasta la fecha ha sido relativamente pequeño, aunque algunos de ellos siguen con síntomas desde la primera ola, en marzo del 2020.
Los síntomas del PACS entre los más jóvenes son muy similares a los de los adultos, incluyendo, entre muchas otras cosas, malestar general, fatiga, tos persistente, o la famosa niebla mental que no es más que una lentitud y dificultad cognitiva y de concentración que empantana el día a día. Otros síntomas menores, pero igualmente desagradables, incluyen palpitaciones, trastornos en el ciclo menstrual, temblores, prurito cutáneo, síntomas gastrointestinales, y alteraciones de la visión. Es muy probable que una proporción nada desdeñable de las actuales infecciones entre los más jóvenes se conviertan, en las próximas semanas, en posibles casos de PACS que inevitablemente saturarán los servicios de pediatría.
Es el momento de ser transparentes y ayudar a los jóvenes a entender que hay que tenerle miedo al virus. Necesitamos que dejen de sentirse invulnerables, para que podamos empezar a doblegar esta quinta ola.