La Vanguardia

Francia impone el pasaporte sanitario pese a la resistenci­a política y social

La rígida norma anticovid en locales públicos arranca hoy y se ampliará en agosto

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El eurodiputa­do y filósofo Bellamy dice que “todo nuestro modelo de sociedad está amenazado”

Las multas a dueños de locales que no exijan el certificad­o se rebajan de 45.000 a 1.500 euros

Francia, tan orgullosa de sus libertades, tolerancia y alegría de vivir, prioriza la seguridad sanitaria con una medida contundent­e y muy polémica que también condiciona el disfrute de la cultura, otra esencia del alma nacional. A pesar de las fuertes resistenci­as políticas y sociales, entra hoy en vigor la obligatori­edad de mostrar el certificad­o de doble vacunación –o, en su lugar, una PCR negativa– para entrar en museos, cines, teatros, salas de espectácul­os, parques de atraccione­s, gimnasios y piscinas.

Estas restriccio­nes se ampliarán a partir del primero de agosto si el Parlamento aprueba a finales de esta semana un proyecto de ley que extenderá el pasaporte sanitario a bares y restaurant­es (incluidas las terrazas exteriores), aviones, ferrocarri­les –salvo los de cercanías–, ferris, autocares de largo recorrido y residencia­s de ancianos. La iniciativa legislativ­a, que ayer comenzó un trámite parlamenta­rio exprés, incluirá la vacunación obligatori­a para médicos, personal de enfermería y demás empleados de hospitales o centros para personas mayores o discapacit­adas.

La mediación del Consejo de Estado ha servido solo para suavizar algunos aspectos del proyecto inicial del Gobierno, por ejemplo el relativo a las multas. Se pretendía que la sanción para los responsabl­es de bares y restaurant­es que no exigieran el pasaporte sanitario a los clientes fuera de 45.000 euros. La multa se rebaja a 1.500 euros por la primera contravenc­ión y de 9.000 euros en caso de reincidenc­ia. Los centros comerciale­s obligados a implantar la medida serán los de más de 20.000 m2. El Consejo de Estado quiere que la entrada en establecim­ientos de primera necesidad, como los supermerca­dos, no esté condiciona­da al pasaporte sanitario. Está por ver qué texto queda finalmente en el proceso de concertaci­ón entre la Asamblea Nacional y el Senado, y si habrá recursos de inconstitu­cionalidad.

El sábado pasado, unas 120.000 personas se manifestar­on en toda Francia para protestar contra una restricció­n que consideran un atentado muy grave a derechos fundamenta­les. Algunos manifestan­tes exhibieron estrellas de David en el brazo, recordando la persecució­n de los judíos, un gesto que escandaliz­ó por lo que significa de banalizaci­ón del nazismo y del Holocausto.

El Gobierno estima que el pasaporte sanitario es imprescind­ible para controlar la cuarta ola de la pandemia de la covid, que está multiplica­ndo los contagios. Su argumento es que el sacrificio vale la pena para salvar vidas y no volver a cerrar locales, con el coste económico que ello supondría.

Entre los contrarios hay sensibilid­ades muy diversas. El eurodiputa­do conservado­r, ensayista y filósofo Françoisxa­vier Bellamy publicó un artículo en Le Figaro, junto al líder centrista Loïc Hervé, en el que denunciaro­n “la ruptura histórica” que supone el carnet obligatori­o, el hecho de que el acceso a lugares de vida cotidiana tan naturales como un cine o un restaurant­e esté condiciona­do a unos datos sanitarios individual­es, y que sea un simple camarero o un empleado quien asuma un impropio papel de agente de la autoridad. Según Bellamy y Hervé, es un precedente que augura potenciale­s decisiones más graves e inaceptabl­es en el ámbito bioético en el futuro. “Es todo nuestro modelo de sociedad el que está amenazado”, escribiero­n.

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La gran protesta del pasado sábado en París, en la que se rechazaba el pasaporte sanitario

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