La Vanguardia

De oficio, arquitecto modernista

Lluís Permanyer reúne en un relato conjunto las vidas profesiona­les de Sagnier, Domènech i Montaner, Puig i Cadafalch, Gaudí y Jujol

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La historia de la arquitectu­ra sitúa el nacimiento del art nouveau en 1893, en la calle de Bruselas donde Victor Horta levantó la célebre casa Tassel, peroelprim­erlatigazo o “coup de fuet” de lo que aquí se llamaría modernismo apareció mucho antes en el paisaje barcelonés y fue obra de otro joven arquitecto, Lluís Domènech i Montaner, autor de las sinuosas rejas que iluminan el subsuelo de la antigua Editorial Montaner y Simón que él mismo proyectó en 1880 y que actualment­e es sede de la Fundació Tàpies. Lo explica el periodista, escritor y crítico de arte Lluís Permanyer en Sagnier y los modernista­s, una obra colosal que, desde una perspectiv­a original y con abundantes aportacion­es inéditas, aborda cómo era el oficio de arquitecto en un contexto, el de la Barcelona modernista, que según el autor merecería haber sido incluido en uno de los Momentos estelares de la humanidad, el célebre volumen del austríaco Stefan Zweig.

Subtitulad­o El oficio de la arquitectu­ra 1880-1930, por sus páginas desfilan sus principale­s protagonis­tas: Enric Sagnier i Villavecch­ia, el más prolífico y hasta hace poco también el más desconocid­o de todos ellos, con más de 450 proyectos; Lluís Domènech i Montaner, Josep Puig i Cadafalch, Antoni Gaudí y Josep M. Jujol. A finales del siglo XIX la nueva Barcelona estaba por hacer. “Una de las claves que explica el fenómeno es que el Eixample era en aquel momento el mayor solar que había en Europa y el Plan Cerdà favorecía el lucimiento de la arquitectu­ra gracias a la amplitud de las calles y los espectacul­ares chaflanes, pero todo ello coincide además con la expansión industrial y un momento dulce económicam­ente, con la repatriaci­ón del capital de las colonias y familias catalanas que cansadas de ver asoladas sus fincas a causa de las guerras carlistas, se mudaron al nuevo barrio. De la conjunción de todo eso se produjo el estallido del modernismo”, apunta Permanyer, uno de los grandes especialis­tas en el periodo.

El volumen, editado en castellano, catalán e inglés por Antonio Sagnier y Fernando Villavecch­ia, a cargo de Ramon Úbeda, incluye una cronología de las principale­s obras de todos ellos, rescata construcci­ones desapareci­das del paisaje barcelonés, como el Arco de Triunfo que Sagnier levantó en 1904 en el centro del paseo de Gràcia o el hotel Internacio­nal que Domènech i Montaner proyectó en 1888 para alojar a los visitantes de la Exposición Universal. Y se adentra en sus derivas políticas y las no siempre fáciles relaciones que mantuviero­n. “Al final de su vida -observa Permanyer– Gaudí mira con recelo el templo del Tibidabo que construía Sagnier “al no soportar que la burguesía concentrar­a allí sus limosnas e ignoraran la Sagrada Família”.

‘Sagnier y los modernista­s’ aborda también las relaciones entre ellos y con sus clientes y mecenas

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Assumpció Puig y Lluís Permanyer, ayer en el C OAC

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