Mamá Winnie
Las cosas claras: en este escenario Winnie Madikizela Mandela es un símbolo no una figura histórica sujeta a la controversia biográfica. La madre del empoderamiento femenino y la lucha contra el apartheid. La madre no se toca, ni su legado de lucha y resistencia. ¿Nelson? Ese señor mayor que se casó en segundas nupcias con Winnie. (Desmond) Tutu: un mujeriego. Pasajeras menciones de dos prohombres que suelen ocupar todo el espacio y reconocimiento.
Con Dear Winnie, Junior Mtjombeni -él mismo hijo del exilio sudafricano- y Fikry El Azzouzi han traído desde Bélgica quizá la obra más abiertamente política del festival. Un alegato feminista y antirracista en forma de vibrante oratorio, protagonizado por nueve artistas. Mujeres de la diáspora africana. Individualidades artísticas unidas para lanzar un mensaje contundente. Tan directo como el enarbolado por las adolescentes chilenas de Paisajes para no colorear, pero reforzado por el derroche de talento de todas ellas. Grandes voces, emoción puño en alto, coreografías liberadoras, conectadas con sus raíces culturales, discurso a flor de piel.
Un espectáculo arrollador si se entra en comunión con su manifiesto. La belleza de las imágenes y la calidad interpretativa esconde un discurso dramático sin muchos matices. ¿Busca el debate? No. Es su momento después de siglos de deshumanización racial. Sufrimiento redoblado si además eres mujer.