La Vanguardia

Angélica Liddell renunció a recibir el Premi Nacional de Cultura

La gran creadora presenta en el Grec su éxito en el festival de Aviñón

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Es una de las grandes creadoras de la escena española. Una artista a la que requieren todos los grandes festivales europeos. Es Angélica Liddell, nacida en 1966 en Figueres, donde estaba destinado su padre, militar. Y pese a su éxito internacio­nal, durante una década no la llamaron de los escenarios barcelones­es. Por eso cuando en el 2019 la llamaron del CONCA, el Consell Nacional de la Cultura i les Arts de la Generalita­t, para ofrecerle el Premi Nacional de Cultura, dijo que no, reveló ayer al presentar en el festival Grec su nuevo montaje, Liebestod, que ha triunfado en el festival de Aviñón.

“Yo estaba deseando venir a Barcelona. No podía entender no venir aquí a trabajar. Estuve diez años sin venir porque no me llamaban. Y antes de volver por fin en el 2020 al festival Grec me llamaron: ‘Que te hemos dado el Premi Nacional de Cultura’. ‘No lo quiero’, dije, ‘lo que yo quiero es trabajar allí. Cuando me sienta querida otra vez si queréis me lo dais’. Renuncié”, recordó. Aunque, “para ser justos –admitió–, mi contacto con Catalunya durante estos años ha sido el festival Temporada Alta, y eso lo llevo en el corazón. Pero la relación con Barcelona se había roto”.

En el 2020 esta autora, directora y performer capaz de hacerse una transfusió­n sobre las tablas regresó por fin a la capital catalana con La letra escarlata, y desde el viernes vuelve al Grec con Liebestod, cuyo subtítulo es El olor a sangre no se me quita de los ojos Juan Belmonte.

Una obra inspirada en el trágico torero, en el que ha visto un alma gemela. Una pieza en la que mezcla el Tristán e Isolda de Wagner, la pintura de Bacon y hasta a Stanley Kubrick

El teatro doloroso, sanguíneo y libre de Liddell forma parte esta vez del proyecto Historias del Teatro que impulsa el director suizo Milo Rau. Y la creadora cuenta que eso le hizo reflexiona­r sobre cuál había sido su propia historia del teatro. “Ha sido la de la emoción, la de la sangre. Y así apareció inmediatam­ente la tauromaqui­a. El teatro y la tauromaqui­a ligados por la idea de tragedia. Y ahí llega la biografía de Juan Belmonte de Chaves Nogales, y mi identifica­ción con el torero es inmediata. Tiene incluso frases, textos, reflexione­s que podría haber firmado yo. Me pareció que era el cuerpo y el alma adecuados para expresar mi relación con el arte”.

Buscadora de la belleza con potentes imágenes, crea asimismo textos demoledore­s. “El texto es donde me pongo en peligro, no podía bailar con el fantasma de Belmonte sin ponerme en peligro. En este mundo de los likes donde todo tiene que agradar y estar de acuerdo todos los grupos sociales, yo trabajo con mi peor parte, no quiero hurtar la cara oscura del alma. En la palabra me pongo en peligro, como torero”.

“En este mundo de los ‘likes’ donde todo debe agradar, yo trabajo con mi peor parte, no hurto la cara oscura del alma”

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Una escena de Liebestod, de Angélica Liddell, que se representa en el Teatre Lliure

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