La Vanguardia

“Sorry, sorry, sorry...”

Adormecida por el estado de emergencia, Tokio se disculpa ante la familia olímpica: todos hemos estado encerrados en nuestros hoteles, en una cuarentena de tres días

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Sentado en la plaza D18, enciendo el móvil y siento que todo esto no me llevará a ningún sitio.

Se ilumina la pantalla, leo la noticia:

“Tokyo2020 no descarta una cancelació­n de última hora”. Diría que se me caen las pelot... Diría que se me cae el alma a los pies.

(...)

Llevo más de un año preparando este viaje –con su correspond­iente suspensión del 2020–.

Llevo dos meses respondien­do a un e-mail diario de la organizaci­ón.

Tokio 2020 me ha convertido en un CLO y en un ICON. Me ha hecho bajarme las aplicación­es Salesforce, Cocoa y Covid-app. Me ha hecho enviarle el Activity Plan por partida triple, unas veces por e-mail, otras descargánd­olo en ICON, y me ha obligado a cambiarme de hotel para integrarme en la burbuja olímpica.

Tokio 2020 me ha hecho leerme documentos de 125 páginas, repletos de instruccio­nes y recomendac­iones, siempre en inglés (cuando no en japonés). Me ha sometido a dos PCR antes de despegar y a otra al aterrizar. Y me ha invitado a negociar con agentes japoneses, funcionari­os del consulado de Barcelona, voluntario­s olímpicos, médicos, e incluso con un técnico rumano que me había llamado desde Bucarest para ayudarme en la gestión del Activity Plan.

A cuenta de Tokio 2020 me he maldicho en infinidad de ocasiones, y sin embargo he decidido seguir adelante, pues los olímpicos (periodista­s olímpicos) somos así.

Subirse a aquel avión que despegaba el lunes desde Barcelona, rumbo a Dubái, y luego a Tokio, ha sido un galimatías.

El primer vuelo sale con media hora de retraso. Va repleto y un padre de familia me pide que le cambie de sitio:

–Usted va solo, yo voy con mis niños, no le importa, ¿verdad? No me importa.

Avanzo varias filas hasta la plaza que ocupaba aquel padre, y me veo sentado en el asiento central, entre dos tipos de 120 kilos que viajan con las piernas abiertas. Sí me importa.

El cambio me importa. Pero ya está hecho.

Paso seis horas apretujado. Acaso buscando espacios abiertos, contemplo Nomadland.

Me toca avanzar deprisa por el aeropuerto de Dubái, cosas del retraso del primer vuelo, pero antes de entrar en la puerta de embarpor que me piden más papeles. –¿Tiene el QR de salud japonés? –Lo tengo.

–¿El pasaporte? ¿La copia de la acreditaci­ón? ¿Las tarjetas de embarque?

–Aquí las tiene. (Sonrío, todo va bien). –¿Las PCR? –También, en la pantalla del móvil están, mire usted.

El funcionari­o emiratí levanta la vista, me clava la mirada.

–¿No las ha impreso...? ¿En serio, NO LAS HA IMPRESO? (...)

No las he impreso.

Coj...

–Busque una impresora, y deprisa.

Mientras empieza el embarque del vuelo EK318 a Tokio, ando tras una impresora por el aeropuerto de Dubái. Una funcionari­a aburrida me hace el favor:

–Mándeme los documentos e-mail y lo arreglamos.

Se los mando.

Sudo.

Lo consigo. Embarco a Tokio. El avión va semivacío. Solo la familia olímpica entra en Japón. Viajamos junto a deportista­s de Hungría, Seychelles y Mauricio. Hay dos plazas por barba.

Diez horas de vuelo. Me trago un documental sobre Lance Armstrong y otro sobre Maradona. Ninguno de ellos fue leyenda olímpica, no tienen el espíritu.

Para entrar en Tokio toca otra PCR, nos alinean como a un rebaño, nos piden 700 documentos, nos retiran el pasaporte y la copia de la acreditaci­ón y nos sientan en una sala del aeropuerto mientras verifican que todo esté OK.

Mi plaza es la D18.

–Sorry, sorry, sorry...–van y vienen los agentes japoneses.

Llevo dos horas y media sentado en la plaza D18 y leo en el móvil:

“Tokyo2020 no descarta una cancelació­n de última hora”.

PD: He logrado entrar en la burbuja olímpica, claro que sí. Y ya estoy listo para enviar mis crónicas de enviado especial desde Tokio. Aunque esta que usted acaba de leer se ha pergeñado en el hotel Shiba Park, una habitación colmena con vistas a un patio oscuro, escenario de una cuarentena de tres días que me hará un hombre más fuerte y reflexivo. Como en

Lost in translatio­n, aunque sin vistas (y sin Scarlett Johansson).

Tokio 2020 me ha convertido en un CLO y en un ICON, y me ha hecho bajarme las apps Salesforce y Cocoa

Para entrar en Japón nos piden otra PCR y nos retiran el pasaporte y la acreditaci­ón; esperamos tres horas

 ??  ?? Un gimnasta brasileño se entrena en el Ariake Gymnastics Centre de Tokio, ayer: cuando compita, las gradas seguirán vacías
Un gimnasta brasileño se entrena en el Ariake Gymnastics Centre de Tokio, ayer: cuando compita, las gradas seguirán vacías
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