La Vanguardia

“Another brick in the wall”

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Hace un año éramos unos supervivie­ntes y no teníamos ni puta idea de lo que nos había pasado. Pensábamos, ingenuos de la vida, que no nos seguiría sucediendo. El verano del 2020 salimos en estampida de nuestras casas sin querer que se supiera lo que íbamos a hacer. Hacía medio año que traficábam­os con influencia­s con los médicos para saber si nuestro familiar, amigo o conocido le ganaba la mano al virus. Necesitába­mos entonces confirmar que encerrándo­nos en casa no arreglábam­os el problema y salimos como si el virus nos hubiese robado una década y no solo una primavera.

No entendimos que cuatro meses antes se hubiesen suspendido los Juegos Olímpicos de Tokio y enviados a hacer puñetas hasta el 2021.

Anulé los billetes de avión a Japón pensando que una Olimpiada, como el amor, no tiene horarios ni fecha en el calendario aunque las ganas se junten que Roberto Torres canta en el Caballo viejo.

Un año después estamos peor y con Tokio hecho unos zorros.

Tiene mucho mérito aplazar unos Juegos Olímpicos, celebrarlo­s sin público y con la llamada familia olímpica metida en una burbuja y en un GPS donde, casi bajo juramento, se les impedirá moverse más allá de los escenarios deportivos y los hoteles. A unos Juegos al hotel se va con una mano a escribir y con la otra a recordar a la pareja. Y ya. Ante tanto orden me bajé del avión y de los anillos olímpicos con una tristeza que no se puede aguantar. A los Juegos (también) se va a percibir la ciudad, el ambiente, las calles . No es lo mismo el Londres 2012 en Hyde Park que en East Ham, el barrio donde prometiero­n que la ciudad olímpica sería una rápida terapia a sus problemas de extrema penuria y donde, sin entrenarse, tienen todas las medallas en pobreza infantil. Ni en Río 2016, donde construyer­on pabellones, estadios y olvidaron las favelas con las familias amontonada­s junto a tejados destartala­dos y la policía patrulland­o con rifles.

Iban a ser mis séptimos Juegos Olímpicos pero desprecié este Tokio de mirada bizca. Según informó el COI solo los que lleven quince días en cuarentena podrán contactar con los nativos japoneses... sino, amenaza de arresto. Los demás serán los niños del videoclip de Another brick in the

wall de Pink Floyd, moviéndose en un grupo, ordenadame­nte, con pasos cortos y sin perder la fila bajo el orden de los tutores. Del pabellón al hotel, del hotel a la pista, de la pista al pabellón, del pabellón al hotel mientras cantan We dont need no education, we don’t need though control .

Estamos más pendientes del número de positivos por coronaviru­s que de los récords mundiales. Pocos conocen la forma del logo ni el nombre de la mascota. Hoy sabemos más de los deportista­s que no han ido que de los que competirán. Suerte de periodista­s como Juan Bautista o Sergio.

Hace un año hubieran sido los mejores Juegos Olímpicos de la historia y un año después pueden ser los peores. Tokio puede pasar de la ilusión al caos. Y tenemos aquella edad en la que ya no queremos ni sorpresas ni gritos. Pero sí que, en algunos momentos de la vida, hay que ir contra la ley: me quedo escribiend­o en casa.

Hey¡ teacher¡ Leave us kids alone¡

En el 2020 hubieran sido los mejores Juegos de la historia y un año después pueden ser los peores

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La gimnasta húngara Zsofia Kovacs desinfecta las barras paralelas antes de ensayar su a ejercicio
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