La Vanguardia

“El circuito nos eliminará”

Alejandro Valverde analiza el recorrido que desemboca en el monte Fuji; la prueba se disputa este sábado, a las 4 h de la mañana en España

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Cómo hemos cambiado.

En el 2016, Alejandro Valverde, Purito Rodríguez y Javier Mínguez se sentaban en el lobby del hotel Royalty Copacabana y le daban vueltas al circuito del ciclismo. Quedaban dos días hasta la carrera.

Hoy, los dos últimos ya no están en el mismo sitio.

Purito Rodríguez se despediría entonces, tras cruzar la meta en Río, último servicio al ciclismo español. Tenía 37 años y había prometido que se iría, pasara lo que pasara.

–Solo quiero que mi adiós sea a lo grande –decía.

Rozó la proeza: fue quinto. Y Javier Mínguez le ha pasado el relevo a Pascual Momparler, el selecciona­dor actual, un tipo tan afilado y fortachón, tan bien de forma, que desconcier­ta al presidente del COE, Alejandro Blanco:

–Te había tomado por un ciclista –le dice Blanco a Momparler a través del Zoom (y Momparler saca pecho).

Decía que hemos cambiado porque ya no queda casi nada de aquello. No hay encuentros cara a cara, ni chocar de manos, ni confidenci­as de cafés. Y no están Purito ni Mínguez.

Queda el Zoom.

Y queda Valverde. Siempre, Valverde. Queda el Valverde (41) que, tras la pantalla, contesta con monosílabo­s y nunca se complica la vida ante el periodista, acaso desconfiad­o, acaso sabio por viejo.

Si le preguntan por el circuito, un rompepiern­as que se estira desde Tokio durante 234 kilómetros hasta el monte Fuji –seis km a una media del 11%, 4.865 m totales de desnivel– y luego desciende hacia la meta, Valverde dice:

–Es exigente, es evidente.

Si le preguntan por cómo llega tras la paliza del Tour (acababa el otro domingo), en un viaje desde París hacia Tokio sin apenas tomar aire, responde:

–Llegamos un poco cansados, como todos los que han estado en el Tour. Lo que ocurra lo sabremos el sábado.

Y si le preguntan por cómo se siente al alcanzar sus quintos Juegos, se limita a contestar:

–Es un honor y un regalo. Valverde parece ido y concentrad­o, y eso es algo sorprenden­te en un ciclista que ha ganado 129 carreras, y entre ellas el Mundial del 2018.

–¿Se siente querido?

–Por supuesto, aunque a unos les guste más y a otros, menos...

–¿Y cómo cree que será la carrera? –le insisten.

Y al fin, se extiende:

–Lo ideal sería que se forme un corte por delante para que metamos a uno de los nuestros (España lleva a los hermanos Izagirre, Jesús Herrada, Omar Fraile y el mismo Valverde). Pero creo que no hará falta atacar. Será una carrera por eliminació­n, con calor y humedad, muy dura. Después del circuito de Pekín (junto a la Muralla China; allí ganó Samuel Sánchez), este será el más duro de los recorridos olímpicos que he conocido.

No queda otra, hay que preguntarl­e a los otros:

–Habrá seleccione­s que querrán mover la carrera, como Francia, Bélgica o Italia, pero siempre tendremos a Herrada –dice Jon Izagirre–. Si le metemos allí, con su chispa final, puede sacar algo.

–¿Los otros favoritos? –responde Momparler, el selecciona­dor–: hombre, estarán Van der Poel, Pogacar, Mollema, que siempre es peligroso, y también Urán, un especialis­ta a la hora de entrar en los cortes decisivos. Pero insisto en que el principal rival seremos nosotros mismos. Tenemos que meter a alguno de los nuestros en los cortes finales.

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Un ciclista, ayer en el monte Fuji

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