La Vanguardia

Ahmed Abiy

Primer ministro de Etiopía

- XAVIER ALDEKOA

El primer ministro de Etiopía, galardonad­o con el premio Nobel de la Paz en el 2019 por firmar la paz con Eritrea y liberar presos políticos, ha declarado una despiadada guerra a los tigray.

Cuando Ahmed Abiy apenas tenía siete años, su madre le explicó que no era un niño normal, era un elegido. La mujer se acercó a su oído y le susurró que había tenido un sueño: “Un día, hijo mío, serás el rey de Etiopía”. Aquella profecía marcó la determinac­ión de aquel joven muchacho de familia numerosa y mestiza: Abiy es el decimoterc­er hijo del acuarta esposa, cristiana y de etnia amhara, de su padre, un musulmán oromo. Ambicioso y seguro, Abiy labró su propio camino incluso desde la fe y abrazó el cristianis­mo pentecosta­l, una teología que ve el éxito material como un premio de Dios.

Primer ministro de Etiopía desde el 2018, fue galardonad­o con el Nobel de la Paz un año después por sus reformas y por firmar la paz con la vecina Eritrea. La semana pasada certificó cinco años más al mando tras ganar las elecciones con mayoría aplastante. Sus críticos señalan las sombras en ese camino: desde que recogió el galardón en Oslo, ha detenido a opositores y periodista­s, ha sido incapaz de apagar el descontent­o en varias regiones del país y ha declarado una guerra despiadada contra los tigray, a quienes tilda de

“hienas” o “malas hierbas”, con más de dos millones de desplazado­s, asesinatos de civiles, cientos de violacione­s a mujeres y más de 400.000 personas en situación de hambruna. Aunque a finales del mes pasado Abiy anunció un alto al fuego, la guerra continúa.

A pesar de que hay pocos casos en el mundo de una pérdida de prestigio tan pronunciad­a en tan poco tiempo –e incluso su principal aliado. EE.UU., se ha desmarcado en los últimos meses–, la personalid­ad de Abiy le mantiene a flote. “Tiene una visión mesiánica de la vida –explica el analista sudafrican­o Martin Plaut–, considera que tiene una misión que sólo el puede llevar a cabo y eso lo convierte en un líder poderoso pero impredecib­le. Hizo cambios remarcable­s al inicio de su mandato, pero ha llevado al país a días oscuros”.

Estudiante brillante, Abiy luchó de adolescent­e junto a los tigray para derrocar al gobierno prosoviéti­co del Derg y estudió un master sobre liderazgo en Londres. Cuando los tigray se alzaron con el poder en 1991, se ganó pronto su confianza y entró a trabajar en el servicio de inteligenc­ia. Su tiempo junto a la minoría en el poder (los tigray representa­n el 7% de los 117 millones de etíopes), le sirvió para aprender de quienes controlaro­n con puño de hierro durante 27 años el Gobierno, el ejército y la economía.

La oportunida­d le llegó en el 2018. Tras meses de protestas sangrienta­s de las dos etnias mayoritari­as, los oromo y los amhara, el Gobierno vio en Abiy al aliado perfecto. Para el periodista etíope Ahmed Hassen, el intento de la élite tigray de convertir a Abiy en marioneta fue un paso en falso. “Los tigray cometieron una terrible equivocaci­ón. Pensaban que si ponían a un oromo como Abiy que había sido siempre de los suyos acallaría las protestas y seguirían controlánd­olo todo, pero pronto vieron que no sería así”.

En sus primeros meses en el poder, Abiy sorprendió al mundo. Liberó a miles de presos políticos, levantó las restriccio­nes a los medios independie­ntes, permitió el regreso de opositores en el exilio y nombró una mujer presidenta, además de un gobierno con paridad de género, algo inaudito en el país; destituyó a gobernante­s y militares investigad­os por corrupción y firmó la paz con Eritrea. Ese último gesto se leyó entre los tigray, enemigos enconados de los eritreos, como una traición. La tensión acabó en quiebra: a finales del 2020, Abiy declaró la guerra a los líderes del Frente de Liberación de Pueblo Tigray, que se habían replegado en el norte.

Pese a que las críticas arrecian dentro y fuera de Etiopía, la figura de Abiy despierta también simpatías. El analista político y consultor Denberu Mekonnen rechaza que sea un dictador y le define como un político “carismátic­o y de talante conciliado­r”, además de “un hombre de mentalidad abierta, que ha modernizad­o al país la manera de hacer política y con una gran visión para impulsar la economía del país”. Lo cierto es las voces que defienden a Abiy son cada vez menos numerosas y tanto la comunidad internacio­nal como las organizaci­ones humanitari­as que antes le aplaudían ahora le han dado la espalda.

Al recibir el Nobel, Abiy pronunció un discurso emocionado sobre reconcilia­ción y el cambio que la violencia provoca en seres humanos. Probableme­nte no pensaba que sus palabras se volverían en su contra. “La guerra –dijo– crea hombres amargados, despiadado­s y salvajes”.

Ganó las elecciones, pero el descontent­o crece en el país y los que antes le aplaudían ahora le dan la espalda

 ??  ??
 ?? MULUGETA AYENE / AP ?? Ahmed Abiy, en un mitin en Jimma, en la región de Oromia, el 16 de junio al final de su campaña electoral
MULUGETA AYENE / AP Ahmed Abiy, en un mitin en Jimma, en la región de Oromia, el 16 de junio al final de su campaña electoral

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain