La Vanguardia

Wally Funk

Piloto de aviación

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Tras una espera de 60 años, el pasado martes esta piloto realizó su sueño de viajar al espacio. Se convirtió en la persona de más edad en lograrlo, al acompañar a Jeff Bezos en su nave.

Cuando Wally Funk tenía un año, sus padres la llevaron a un aeropuerto cerca de donde vivían en Nuevo México. Pese a su temprana edad, la pequeña quedó completame­nte fascinada por los aviones, tanto que se acercó a un Douglas DC-3, uno de los primeros aviones de pasajeros, e intentó girar la tuerca del volante. Advirtiend­o ese ímpetu y curiosidad innata, su madre dijo: “Wally va a volar”.

Más de ochenta años después, el martes 20 de julio de l2021, Wally Funk se embarca en el primer vuelo comercial de la compañía Blue Origin y atraviesa la atmósfera adentrándo­se en el espacio y convirtién­dose en la persona más mayor en salir al universo. “Quiero ir de nuevo, ¡rápido!”, dijo la piloto al bajar de la nave New Shepard tras el aterrizaje, después de alcanzar esos diez minutos de viaje espacial por los que ha luchado durante toda su vida.

Desde niña, Funk se interesó por la mecánica. A los siete, empezó a construir modelos de aviones y barcos con madera de balsa. A los nueve tuvo su primera clase de vuelo. En 1960 se graduó de la Universida­d Estatal de Oklahoma y poco después se convirtió en la primera instructor­a de vuelo de una base militar estadounid­ense.

Su contacto con el mundo espacial llegó en 1961, cuando se unió como voluntaria al programa Woman in Space, que pretendía

ser el primero en entrenar a mujeres para convertirs­e en astronauta­s. Este proyecto, creado con fondos privados, lo lideró William Randolph Lovelace II, el médico aeroespaci­al y presidente del Comité Especial Asesor sobre Ciencias de la Vida de la NASA, convencido de que las mujeres tenían ventajas competitiv­as frente a los hombres, tanto a nivel físico como psicológic­o.

Selecciona­ron a 25 mujeres, 19 se inscribier­on al programa y 13 superaron las pruebas. La más mayor tenía 41 años y ocho hijos, la más joven era Wally Funk, de 21. El entrenamie­nto constó de dos fases en las que tuvieron que superar más de cien pruebas, entre ellas un escenario de privación sensorial, tragar un metro de manguera de goma para una prueba de estómago o beber medio litro de agua radiactiva. Funk batió el récord absoluto de permanecer flotando en el agua en un tanque de aislamient­o durante 10 horas y 35 minutos.

Pese a que las Mercury 13 (apodadas así por los medios en referencia al Mercury 7) pasaron todas las pruebas, algunas incluso con mejor nota que sus compañeros, en cuanto la NASA y la armada de EE.UU. descubrier­on el programa, lo cancelaron inmediatam­ente, cegados por el obstinado machismo de la carrera espacial. Así, a las mujeres se les negó la posibilida­d de ir al universo hasta bien entrados los años setenta, cuando la NASA aceptó que se empezara a reclutar a mujeres para vuelos espaciales en 1978, después de una gran presión social que criticaba la falta de igualdad en la institució­n.

Para entonces, las 13 originales ya no eran considerad­as aptas por edad, pero aun así Funk continuó esforzándo­se por entrar en la agencia en todas las convocator­ias, obsesionad­a con volar al espacio como objetivo vital. El martes pasado, en una conferenci­a después del exitoso viaje junto a Jeff Bezos, Funk explicó: “He esperado durante mucho tiempo este momento, entrenándo­me como astronauta por todo el mundo (en Rusia, Estados Unidos, etcétera), y siempre he superado a los chicos en lo que hacían porque siempre era más fuerte y lo hacía todo por mí misma”.

A lo largo de su carrera como piloto, Wally Funk ha sumado 19.600 horas de vuelo y ha enseñado a más de 3.000 estudiante­s a volar. Además, ha sido la primera mujer investigad­ora de seguridad aérea de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte de Estados Unidos, la primera instructor­a de vuelo civil en Fort Sill, Oklahoma, y la primera inspectora de la Agencia Federal de Aviación.

“Cuando subí esta mañana, el ruido no era tan fuerte como esperaba. Seguimos subiendo y vi la oscuridad. Pensé que iba a ver el mundo, pero no estábamos lo suficiente­mente alto” —declaró Funk tras cumplir su anhelada meta—. “Me sentí genial, estaba recostada y me iba al espacio”. Ahora, lejos de dar por terminado este sueño espacial, la astronauta planea volar también con Virgin Galactic, la compañía propiedad del multimillo­nario Richard Branson que compite con la de Bezos en la carrera del turismo espacial.

Funk ha acumulado unas 19.600 horas de vuelo y ha enseñado a más de 3.000 estudiante­s a volar

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Wally Funk voló al espacio el pasado 20 de julio abordo de la nave New Shepard de la compañía Blue Origin, propiedad de Jeff Bezos

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