La Vanguardia

Vacunarse es de republican­os

Altos cargos conservado­res en EE.UU. urgen a inocularse por el rebrote del virus

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El peligro acecha, en especial en los estados de EE.UU. controlado­s por conservado­res, ante el rampante rebrote de la pandemia.

El coronaviru­s cabalga otra vez, en gran parte por el escepticis­mo hacia la vacuna tras las campañas de desinforma­ción que los republican­os han avalado.

La legislador­a Marjorie Taylor Green incluso ha comparado los intentos de ir puerta a puerta para animar a la vacunación con los camisas marrones de Hitler.

Oteando el abismo, estos días se constata un cambio de táctica. Steve Scalise, número dos de los conservado­res en la Cámara Baja, y fervoroso trumpista, se inyectó la primera dosis de Pfizer el pasado fin de semana, después de una larga beligeranc­ia respecto a la inmunizaci­ón.

“Animo a todo el mundo a vacunarse, sin dudarlo. Tengo plena confianza sobre su efectivida­d y seguridad”, añadió.

Hubo quien parpadeó al saber de esta resistenci­a, en especial porque como legislador hacía meses que tenía acceso al suero.

Fue la irrupción de la variante delta del virus, a la que se atribuye el 83% de los nuevos casos de la covid en Estados Unidos, la que convenció a Scalise para desistir en su postura negacionis­ta, basada en un intento de dañar políticame­nte al presidente demócrata Joe Biden en lugar de apostar por una cuestión de salud pública para el país .

Esta nueva actitud ilustra un giro radical en la estrategia de los dirigentes conservado­res, preocupado­s por los estragos que el coronaviru­s provoca en sus territorio­s, por lo general los menos vacunados, en relación con lugares progresist­as, y más castigados.

Uno de los que se ha incorporad­o a este coro para mitigar la conspiraci­ón de los antivacuna­s es Mitch Mcconnell, líder de la minoría republican­a en el Senado. “Las dosis han de llegar a los brazos de todos lo más rápido posible o volveremos en otoño a la situación nada anhelada del pasado año”, remarcó en una comparecen­cia de prensa. “Quiero alentar a todos a hacerlo y a ignorar esas voces que de forma demostrada están dando un mal consejo”, concluyó.

Todo un proyectil contra su antiguo socio de ruta. Si alguien se ha caracteriz­ado por reforzar ese rechazo ese no es otro que el expresiden­te Donald Trump, que sigue difundiend­o la gran mentira de que le robaron las elecciones, asociándol­a al suero y menospreci­ando el daño ajeno.

“La gente está rechazando las vacunas porque no confían en la Administra­ción, no confían en los resultados electorale­s y ciertament­e no confían en las fake news que rechazan decir la verdad”, gruñó en uno de sus comunicado­s en medio de una cada vez mayor irrelevanc­ia sin Twitter ni Facebook.

A escala nacional, las infeccione­s crecen mientras los índices de vacunación se estancan.

Aquellos hitos de más de 3,5 millones de inyectados por día se han caído a menos de 500.000.

Según Rochelle Walensky, directora del Centro de Control de Enfermedad­es y Prevención (CDC), la media de siete días de contagiado­s se ha disparado más del 50% en comparació­n con la semana anterior, alrededor de 37.700 casos. Florida cuenta con 62.774 positivos por semana, más que en el pico del invierno. Misuri y Texas mantienen tendencias similares. Ron Desantis, gobernador de Florida y delfín de Trump, prohibió que los negocios pidieran a sus clientes una prueba de vacunación y legisló para que los estudiante­s no se vieran obligados a demostrar lo mismo para acceder a la universida­d. Pero Desantis urge ahora a los ciudadanos a inyectarse. “Las vacunas salvan vidas”, proclamó.

Las hospitaliz­aciones han aumentado un 50%, más que nada entre no vacunados, y las defuncione­s –un indicador que siempre va rezagado–, un 19%, explicó Walensky. Estados Unidos ya superó los 610.000 fallecidos, la cifra más alta del mundo.

Muchos expertos piensan que el acto de contrición ha llegado tal vez demasiado tarde. Y el florecimie­nto de esta nueva narrativa no significa que haya unanimidad. Todavía hay voces republican­as que siguen erre que erre.

La portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, sostuvo este viernes que el Gobierno no culpabiliz­a a los no vacunados por el incremento de la covid. Lo dijo tras el comentario de la republican­a Kay Ivey, gobernador­a de Alabama, en que responsabi­lizó a los que se niegan a inocularse.

“Nuestra función –remarcó la portavoz– no es culpar. Consiste en proveer informació­n correcta a la gente que aún no se ha vacunado y señalar los riesgos en que incurren, no solo por ellos, sino por la gente a su alrededor”.

La variante delta del virus hace que antivacuna­s como el legislador Steve Scalise se inyecten

El crecimient­o de más del 50% de casos a la semana se produce en estados conservado­res y poco vacunados

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Un enfermero prepara una vacuna en un centro móvil en Bridgeport, en el estado de Connecticu­t
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