La Vanguardia

Son como son

- Toni Aira

Ni nadie es eterno ni puede gobernar solo, por muy poderoso que se crea. Luis XIV, el Rey Sol a quien se atribuye la frase “El Estado soy yo”, no lo consiguió. Tampoco el dictador haitiano François Duvalier, que alardeaba de ser eterno y de haber causado la muerte de John Fitzgerald Kennedy con sus poderes de vudú. Y no. No pasó antes con reyes ni dictadores, no va a pasar ahora con Pedro Sánchez. Pero si él no lo entiende de espontáneo, sus socios le tendrán que hacer comprender que solo y para siempre no podrá gobernar. ERC, ahí, debería tirar de uno de sus eslóganes más ciertos, “Som com som” (2006), entender que también Sánchez y ciertas estructura­s del Estado son como son, y actuar en consecuenc­ia.

No es eso, recibir el estreno de la ministra portavoz, Isabel Rodríguez, que dice que el independen­tismo debería haber aprendido “la lección”, con una votación a las cuarenta y ocho horas en el Congreso que salva los muebles a Sánchez. Así procedió ERC, aprobando in extremis un real decreto ley del gobierno del PSOE (y Podemos) a cambio de su compromiso (de palabra) de que los interinos que lleven más de diez años ocupando una plaza no deberán hacer oposicione­s. Míriam Nogueras, diputada de Junts, en la línea de algún sindicato, defendió entonces que, por el contrario, se había “abierto la puerta al ERE más masivo de la historia del sector público catalán”. Albert Botran, de la CUP, advirtió que, de haberse perdido esa votación, se podría haber llevado al PSOE a ceder más.

ERC, aunque evoluciona­da, también es como es. Como fue. Nos dan pistas de ello sus posicionam­ientos (y sus no posicionam­ientos) en frentes como los Juegos Olímpicos de invierno, la ampliación del aeropuerto de Barcelona y debates que colateralm­ente hacen aflorar en el Parlament su visión estereotíp­ica de los Mossos o de la sanidad privada. Y eso crea tensiones con sus socios de investidur­a. Curiosamen­te, a ERC le cuesta menos tensarse con sus socios en el Parlament que con sus socios en el Congreso.

Junts y la CUP han asumido, por la vía de los últimos resultados electorale­s en Catalunya, que ahora le toca a ERC probarlo a su (nueva) manera. Y Esquerra, con un PSOE débil (en escaños), ¿en qué lo traduce?. En un constante “salvar al soldado Sánchez” con la excusa del mal menor, que gira aquel mítico gag de Tip y Coll donde decían “la próxima semana hablaremos del gobierno”, para pasarse el día haciéndolo y dejando para más adelante lo sustancial que justifica su apoyo a Sánchez: soluciones para Catalunya.

Para los gobiernos de España siempre ha sido inoportuno abordar soluciones de fondo para las reclamacio­nes catalanas. Pasó con las reivindica­ciones económicas y estructura­les que defendía Jordi Pujol hace treinta años o Artur Mas hace diez. Ahora las hace Ximo Puig desde València, y es lo más, pero entonces nunca era el momento. Pasó igual con el Estatut de Pasqual Maragall. Pasa ahora con el conflicto Catalunya-españa. Y es verdad que Pedro Sánchez es muchos en uno, pero con esta cuestión de momento tira de manual, que es como es. Necesita estímulos para el cambio.

A ERC le cuesta menos tensarse con sus socios en el Parlament que en Madrid

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