La Vanguardia

Un político que escala hasta la cima

El nuevo presidente del Senado, hijo de albañil y cocinera, defiende el valor de la política para “construir convivenci­a”; melómano empedernid­o, ahora está enganchado al ciclismo

- JUAN CARLOS MERINO Madrid

Cuando Pedro Sánchez le propuso presidir el Senado, Ander Gil (Barakaldo, 1974) sintió una gran responsabi­lidad y un enorme orgullo de servicio al país. Pero, entusiasta del ciclismo como es, de inmediato pensó en la cima que iba a escalar en su trayectori­a política, como cuarta autoridad del Estado, tras iniciar esta carrera de fondo en “un municipio rural de la España vaciada”, apenas veinteañer­o como concejal de Cultura y Juventud, en la localidad burgalesa de Valle de Mena, un municipio de la comarca de Las Merindades con apenas 3.700 habitantes.

“Soy hijo de la emigración que se produjo en España en los 60, desde el interior a zonas con potencia económica e industrial”, reconoce a La Vanguardia. Su padre era albañil y procedía de Extremadur­a y su madre, cocinera, llegaba de Ávila. Ambos se conocieron en Bizkaia y allí nacieron sus tres hijos. Poco después descubrier­on Valle de Mena, localidad limítrofe ya en Burgos, les encantó, y la familia se trasladó.

Ander Gil vivió allí su infancia y adolescenc­ia, y también sus primeros pasos en política. “Nací en el seno de una familia trabajador­a, con conciencia de clase, y me eduqué en los valores de la izquierda y el compromiso social”, rememora. Con 18 años empezó a coincidir con los dirigentes del grupo socialista municipal, que finalmente le plantearon concurrir a las elecciones y ser concejal. Así empezó todo, y fue ganando responsabi­lidades hasta llegar a ser el primer teniente de alcalde.

Antes de dedicarse a la política, ya tenía varios años cotizados a la Seguridad Social. Profesor de Educación Primaria por la Universida­d de Burgos, trabajó como educador en un centro de acogida de menores extranjero­s no acompañado­s en Bizkaia. “Allí aprendí de primera mano la importanci­a de la solidarida­d y me reafirmé en el respeto a quien abandona su entorno más inmediato y solo trae los bolsillos llenos de esperanza”, señala. En aquellos tres años, conoció a varios cientos de menores, la mayoría de origen marroquí.

Por esta experienci­a vital, le dolió especialme­nte aquel cartel de Vox con el que, en la última campaña electoral en Madrid, la ultraderec­ha criminaliz­aba a los menores extranjero­s no acompañado­s. “Siento profundo desprecio por quienes pusieron ese cartel y por quienes trataron de justificar­lo: solo alimentan la discrimina­ción y el odio al que es diferente y pobre”, lamenta.

Ya en el 2011, ganó su primer acta de senador. En el 2017 se convirtió en el portavoz del PSOE en la Cámara Alta. Pero apenas estrenado el nuevo cargo, tuvo que afrontar “un duro trago”, admite, con la defensa de la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón en Catalunya. “Fue un momento de ruptura de la convivenci­a, los ánimos estaban muy enconados, fue muy duro. Estaba en juego recuperar la convivenci­a. No era una decisión más, sino muy trascenden­te”. Ahora, ya investido presidente del Senado, celebra el nuevo escenario de diálogo abierto en Catalunya y se propone contribuir a “construir convivenci­a y concordia, que es el mayor valor de la política”.

Su predecesor­a, Pilar Llop, acaba de ser nombrada ministra de Justicia. Pero Ander Gil asegura que nunca se planteó conseguir cargos o llegar al Gobierno. “Siempre estoy al servicio de mi país y de mi partido. Pero acostumbro a no pedir nada. Nunca he pedido nada. Ahora, solo me planteo ser un buen presidente del Senado”. Cuenta, eso sí, con la total confianza de Pedro Sánchez, a quien acompaña desde hace años en su proyecto político.

Hay otra vida, no obstante, más allá de la política. Ander Gil está casado y tiene un hijo de 9 años. “Es muy buen chico, muy buena gente, se porta muy bien y es muy buen estudiante”, dice con orgullo. Luego está la música. “Tuve la inmensa fortuna de tener una educación muy rica en estímulos artísticos y musicales”, celebra. Sus padres le animaron a estudiar en el conservato­rio, fue profesor de grado medio de clarinete y dio clases de lenguaje musical y música de cámara. “Soy un melómano empedernid­o, escucho mucha música, de todo tipo, pero soy muy fan de la música clásica. Mi preferido es Bach”, reconoce. ¿Y el clarinete? “Ya apenas lo toco”, lamenta. Y aunque admite que escuchó mucho “al gran Benny Goodman”, lo tiene muy claro: “Para mi, el mejor y más grande clarinetis­ta de todos los tiempos es Richard Stoltzman”.

Y también está el deporte, del crossfit al esquí o el boxeo. “Ahora estoy muy enganchado al ciclismo”, dice. En cuanto encuentra un hueco, se pierde por su “paraíso ciclista”, por Las Merindades y Espinosa de los Monteros, hasta coronar “la cima mítica” de Picón Blanco. Es su “hábitat ciclista”.

“Estoy al servicio de mi país y de mi partido, pero acostumbro a no pedir nada; nunca he pedido nada”, reconoce

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Apasionado del ciclismo, el presidente del Senado, Ander Gil, en la cima de Los Lagos

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