La Vanguardia

En compañía

- Flavia Company

Acausa de esta situación pandémica internacio­nal, hemos pasado más tiempo que nunca sin ver a algunas personas con las que teníamos un trato más o menos frecuente. Amistades, familiares, conocidos. Nos hemos visto –y en algunos casos todavía nos vemos– obligadas a sustituir la presencial­idad y nos hemos volcado en las distintas posibilida­des que ofrece el mundo virtual, ya sean las conferenci­as por vídeo, ya sean las llamadas de voz. No es lo mismo, pero nos sirve. Hasta cierto punto, podría decirse incluso que nos estamos acostumbra­ndo. (Una de las repercusio­nes de la excesiva adaptación a los nuevos modos de relacionar­se parece ser la aparición del sentimient­o de pérdida de tiempo que tienen algunas personas al estar o prever que van a estar con gente de verdad, a dedicarles horas, a compartir).

Lejos de estar afectada por esa sensación y más bien al contrario, el otro día, mientras mantenía una larga charla telefónica con una buena amiga mía, me di cuenta de lo duro que me resulta no poder disfrutar del silencio compartido. Las tecnología­s nos obligan a hablar sin parar. Ningún sentido tendría estar atenta a un auricular para callarnos. La comunicaci­ón, simplement­e, se cortaría, dejaría de existir. Esa circunstan­cia lleva a la repetición de las informacio­nes, a conversaci­ones en círculo, a decir por no callar, no tanto para comunicarn­os como para hacernos compañía, como para seguir en contacto con las personas a las que echamos de menos, con las que nos gustaría simplement­e caminar o tomar un café o, por poner algún ejemplo, colgar unos cuadros, pintar una habitación, trasplanta­r unas flores. El silencio que no incomoda es una de las señales inconfundi­bles de las relaciones de confianza e intimidad. Cuando nadie siente que hay que rellenar los vacíos con comentario­s, aunque sean irrelevant­es.

Echar de menos el silencio en compañía, pues. Ese modo de existir a la vez en el mismo lugar. Saberse viva con la gente que te rodea, compartien­do durante un rato el destino, la suerte, el aire, la fuerza y la fragilidad. Sin necesidad de decirlo. Justo porque se siente a la par. ●

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