Tendré que ir al barbero

Cangas del Narcea, en Asturias, es un paraíso para los celiacos. El motivo es que un porcentaje elevado de sus habitantes tienen intolerancia al gluten, y eso ha hecho que se hayan convertido en expertos en la materia, tanto los que la sufren como los que, sin sufrirla, conviven diariamente con ella. Los establecimientos del municipio –desde restaurantes hasta supermercados, pasando por carnicerías o casas rurales– reciben formación específica para que ni cangueses ni forasteros se encuentren con ningún problema. Es el primer “destino sin gluten” de España y ese primer lugar en el podio hace que últimamente el turismo haya aumentado de manera notable.

Los celiacos tienen que convivir con varias cruces. Una es el precio desmesurado que pagan por sus productos –pan, pasta, galletas, pizza, cerveza... –, más elevado que el que pagamos los que no tenemos problemas con el trigo. Otra cruz son los memos que, sin ser celiacos, han decidido que seguir una dieta sin gluten es superguay y lo único que hacen es liarla y complicar la percepción que de la celiaquía tiene mucha gente, que cree que es una moda idiota, como tantas modas idiotas que hay ahora.

Siempre la manía de confundir remedios médicos con postureo. Yo tengo glaucoma y las gotas que debo ponerme en los ojos tres veces al día hacen que las pestañas me crezcan mucho. Son un fastidio porque chocan con los vidrios de las gafas y los ensucian constantemente, pero según me explica mi oftalmólogo hay chicas que han descubierto el truco y, a fin de que las pestañas les crezcan mucho y se parezcan a las de Meghan Markle, se ponen gotas antiglaucoma sin tener necesidad alguna y sin prever las consecuencias futuras. “Sin querer me caí del balcón de tus pestañas”, canta David Rees. Y mientras tanto, yo, cuando voy al barbero tengo que pedirle que, por favor, me las recorte... ●

Siempre la manía

de confundir remedios médicos

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