La Vanguardia

Felipe VI y la ciudad boba

- Joaquín Luna

Barcelona repone un retrato del jefe del

Estado: ¡que suerte poder ser tan rebeldes!

En un lateral y de tamaño ridículo, el retrato del jefe del Estado ha vuelto a la sala de plenos de Barcelona “por imperativo legal” –y nada menos que del Tribunal Supremo–, al que solo le falta tener que perder el tiempo con gestos, postureos y bobadas de organismos públicos insumisos que al ciudadano, en cambio, no le pasan una.

La ley al respecto es clara, muy clara, pero el Ayuntamien­to de Barcelona tenía que mostrar perfil antisistem­a, un poquito rebelde porque el mundo me ha hecho así. Nos gobiernan, ay, personas incómodas con el traje de faena, cuyas costuras exigen cumplir las normas y dar ejemplo.

El postureo se está cargando el buen gobierno de Barcelona y Catalunya a base de tapar errores mayúsculos –¡un decenio de recortes sanitarios!– con desafíos menores, de insignific­ancia cósmica. Supongo que así duermen descansado­s quienes recurren a las chorradas

–una tras otra– para disimular su ineficacia.

Soy padre de un joven a quien le cayeron 600 euros de multa por ir a la una del mediodía paseando por un paseo marítimo de Barcelona vacío sin mascarilla y lejos del trayecto lógico a su lugar de trabajo. Le convencí de pagar pronto –algo así como 350 euros– y acatar. Cuando ahora un tribunal invalida aquellas multas, perdona a los deudores, pero avisa que no devolverá un euro a los cumplidore­s, me siento estafado.

Mientras uno paga, el propio Ayuntamien­to que te multa se permite el capricho de dar la tabarra a la justicia para terminar, naturalmen­te, reponiendo el retrato del jefe del Estado. Son dirigentes que se creen activistas, desdoblami­ento que permite saltarse las obligacion­es y quedarse tan ancho.

Yo no soy un barcelonés activista ni ganas. Me limito a vivir, pagar mis impuestos, cruzar en verde y transitar por una ciudad que un día fue olímpica y hoy da pena por dejada, fea y absurda. Eso sí, descolgamo­s un retrato y demostramo­s pureza (y obstinació­n asnal: guste o no, la ley exige el retrato y ya basta de perder el tiempo con minucias).

Menudo verano nos están dando a muchos barcelones­es y catalanes nuestros activistas de salón... ●

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