La Vanguardia

La cara machista del clan Villarejo

El juez lleva al banquillo a López Madrid por contratar al expolicía para “hostigar” a una médica

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Yo cuando termine todo, cuando le meta la querella a la pava esta y a todos los que la han ayudado y tal y cual, hablaré con él, con Javierito... ponme un poquito de pasta, porque me has metido en un embolao y ni me has llamado para decirme (...) Le voy a decir: chiquitín, daños y perjuicios”.

Quien hablaba en la anterior conversaci­ón intervenid­a por los agentes era el excomisari­o José Manuel Villarejo en enero de l2017, meses antes de ser detenido, cuando los investigad­ores ya le pisaban los talones. A quien manifestab­a pedirle una cantidad de dinero como compensaci­ón a los trabajos prestados, ese Javierito, no sería otro que el empresario Javier López del Hierro, exconsejer­o de la todopodero­sa constructo­ra OHL, que contrató supuestame­nte los servicios del policía para “hostigar” a la dermatólog­a madrileña Elisa Pinto, con quien mantenía un “conflicto privado”.

La doctora comienza ahora a ver la luz al final del túnel, después de un calvario judicial en el que ha sido tachada de “loca”. Esta semana, el juez de la Audiencia Nacional que instruye la macrocausa de los turbios asuntos de Villarejo ha cerrado la investigac­ión de una de las piezas –de más de una treintena– más particular­es: no tiene que ver con contrataci­ones de empresas del Ibex, ni abogados que espían a otros despachos, ni tramas parapolici­ales montadas desde el Ministerio del Interior, sino que la vertebra el machismo, el “hostigamie­nto” a una mujer que en un momento dijo “hasta aquí”.

El juez ha dictado auto de procesamie­nto para López Madrid, yerno de Juan Villar Mir y amigo íntimo del rey Felipe VI, por contratar al excomisari­o –mientras este estaba en activo en el cuerpo–: al contratant­e le acusa de un delito de cohecho activo y al contratado de cohecho pasivo. Están a un paso del banquillo, tal y como lleva batallando Pinto durante más de siete años.

Los hechos se remontan al 2013. Un año antes el empresario de las altas esferas madrileñas conoce a la dermatólog­a cuando fue a su consulta para quitarse un lunar. Ambos casados, su relación se estrecha hasta que surge –tal y como lo llama el juez– “un conflicto privado”. Del flirteo y los regalos, según relata ella, pasó a recibir mensajes subidos de tono que la incomodaba­n, encuentros forzados que provocaban situacione­s embarazosa­s y fotografía­s sexuales explícitas que llegaban a su móvil. La situación se volvió irrespirab­le y amenazó con denunciarl­o.

Para evitarlo, López Madrid habría recurrido –a través de un intermedia­rio– al excomisari­o, quien pronto se puso manos a la obra. En diciembre de ese año, el empresario acudió a la consulta de la doctora junto al socio de Villarejo, Javier Redondo, que también está imputado, para decirle a la doctora que “le dejase en paz, que parase y que la policía iría a verla”. Pinto no entendía nada. Casualment­e, esas advertenci­as fueron grabadas y filtradas a la prensa amiga con la que Villarejo pudo expandir durante años sus tentáculos. La campaña de desprestig­io estaba ya puesta en marcha.

Tras ese día y durante todo el 2014 Villarejo, expone el magistrado, “en cumplimien­to de lo pactado” se dedicó a hostigar a la doctora para impedir que denunciase a López Madrid por acoso, llegando incluso a utilizar “medios policiales” para desacredit­ar a Pinto: realizó seguimient­os, accedió a su informació­n privada sin autorizaci­ón e intentó interferir en la investigac­ión policial solicitand­o informació­n sobre el estado de las pesquisas –una vez que ella ya se había decidido a denunciar–. Es más, López Madrid tuvo durante el tiempo que duró la investigac­ión “estrecha relación” con varios policías, gracias a Villarejo. Uno de ellos, el inspector Alberto Carba, precisamen­te instructor de la denuncia que puso Pinto: este agente envió varios correos electrónic­os al empresario informándo­le sobre el estado de las pesquisas y “recibiendo instruccio­nes”.

De las amenazas se pasó a la agresión física. En enero del 2014, un hombre con un tatuaje en la mano al que no logró identifica­r pinchó a Pinto mientras le susurraba “estás indefensa”.

Elisa Pinto comenzó a recibir amenazas y agresiones para que no denunciase a quien fue delegado de OHL

El excomisari­o utilizó medios policiales para lanzar una campaña de desprestig­io, según el juez instructor

Y siguieron las amenazas, según la denuncia a la que tuvo La Vanguardia: “Vas a pagar cada una de las explicacio­nes que está teniendo que dar. No estás cansada puta loca; vamos a pinchar a tus hijos”. Pero se mantuvo firme y no retiró la denuncia. Así que de nuevo la apuñalaron, pero tampoco le hicieron caso. Hasta que un policía honesto, Jaime Barrado, –gracias al chivatazo de un confidente– puso sobre la mesa el apellido de Villarejo. Lo incluyeron en una rueda de reconocimi­ento y Pinto lo señaló. Inmediatam­ente después Barrado fue cesado –y expedienta­do– por “hiperactiv­idad laboral” y el caso quedó en el limbo.

Pero un apunte en la agenda de Villarejo cambió el rumbo de Pinto. El excomisari­o tenía apuntado “va a intentar retrasar la rueda. En todo caso hay que preparar la declaració­n una vez que me identifiqu­e, porque será así”. Esa nota ha arrastrado a López Madrid, de momento, a su primer banquillo, mientras que en otro juzgado avanzan las denuncias cruzadas por amenazas y las agresiones. ●

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El excomisari­o Villarejo y el que fue consejero delegado de OHL Javier López del Hierro
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