La Vanguardia

No ser como Djokovic

- – @amelanovel­a Víctor-m. Amela

No consumo deporte televisado (esto me convierte en un especimen defectuoso de nuestra especie), pero sí he visto los tres minutos del resumen elaborado por RTVE (para su portal y redes) del partido de tenis Carreño-djokovic. El narrador se apasiona con Carreño: “¡La ha metido, la ha metido!” Lo entiendo, el tenista español coloca bolas insólitas, golpea con precisión de geómetra. Pero lo mejor del resumen es la cólera de Djokovic, tenista al que habíamos visto comerse a otros campeones sin sudar. Aquí grita. Aquí se agita. Aquí gesticula. Aquí se lamenta. Aquí se siente víctima. Aquí su actitud es la de que Dios le ha abandonado, que es injusto que Carreño juegue tan bien. Y se queja, se queja de que el universo esté en su contra. Viéndole, aprendo: es la actitud que no quiero tener en mi vida. Arrojar una raqueta en globo hacia las gradas o destrozar otra a golpes contra un poste es lo de menos, mero síntoma de haberte perdido a ti mismo. ¿Djokovic no ve que solo pierdes si adoptas pose de perdedor? Abandonar la elegancia por la queja ¡es de perdedor! ¿Djokovic no ve que ya vendrán días mejores y que hoy toca perder bien? La televisión transmite lecciones morales.

Toca veraneo en TV3, cuyo director ha rendido cuentas ante la preceptiva comisión de control parlamenta­rio. Así hemos sabido que Vicent Sanchis apuesta por Jair y Peyu, nuestros Pajares y Esteso. De cultura, filosofía, literatura, música, poesía, artes plásticas y escénicas no se sabe nada, bastarán unos apaños de bricolaje. La televisión pública de Catalunya está en ese punto de ambición. La caducada Corporació (CCMA) ha aprovechad­o para pedir siete millones de euros suplementa­rios: ¿para hacer qué, pregunto? El colegio de periodista­s está pidiendo que los miembros de la Corporació sean elegidos por concurso público, y añado: y el director de TV3. Y con un contrato-programa que presupuest­e objetivos. Sería lo razonable para profesiona­lizar la tele pública, o sea, des gubernamen­tal izarla. Los t el espectador­es de TV3 no queremos que sea una marioneta del gobierno de turno. Los telespecta­dores de TVE no queremos que sea una marioneta del gobierno de turno. No lo queremos. ¿O quizá sí? Ah, pues quizá sí. Pues como hablar en plural es una de las formas de la cobardía, hablaré por mí: yo no lo quiero.

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