Gesto y movimiento
El ballet también es polifonía, o debería serlo, es una de las reflexiones al hilo de esta presentación de la versión coreográfica de Soirées de Barcelone, música de Robert Gerhard de tiempos de la Guerra Civil que, seguida de la Guerra Mundial, impidió realizar en escena. Un proyecto encargado por los Ballets de Montecarlo en torno a los fuegos de San Juan en Pirineos en el que el compositor trabajó mucho en el exilio sin dejar una versión definitiva. Eso es al menos lo que he podido deducir del estudio preliminar realizado años atrás en la Universidad de Cambridge con ocho manuscritos autógrafos del compositor.
Lo que se ha presentado ahora con dirección de Miquel G. Font, Miquel Villalba al piano y un grupo de estupendos bailarines, es un trabajo muy serio, con muy buenas ideas en términos generales –no puedo valorar lo técnico en el ballet–, pero que merece una reflexión como work in progress. En principio la música no es definitiva –hay diferencias en los manuscritos– ni como relato ni en su estructura dramática. Y en la danza me atrevo a señalar la distinción entre los conceptos de movimiento y de gesto. El primero baila una música, el segundo establece un relato sin palabras, que debe corresponder con el de la partitura, que ejerce el discurso básico. El gesto es aquello en lo que reside el mensaje, y creo que se baila con variedad de propuestas gran parte del tiempo sin establecer referencias claras, es decir un discurso, y además se alarga con partes en silencio o música pop. La música presenta muchas alusiones a temas populares con técnica sutil, y la danza lo refleja en lenguaje actual, aunque a veces recurre a la literalidad como el caso de la sardana, o al mero movimiento. La danza debe sintetizar o reflejar el discurso pero no meramente bailarlo. Por ello, debe establecer con el gesto en silencio, un contrapunto a varias voces que lo transforma en polifonía.
Enhorabuena pues por el trabajo, pero se debe seguir en ello; queda mucho camino y no hay que pensar en una buena copia sino quizá en evocaciones. El programa comenzó con una aplaudida versión a dos pianos de La consagración de la Primavera por Jordi Masó y Miquel Villalba.