Invitación a la pista de baile
Paul Armand-delille y Alexandre Grynszpan son los productores franceses que dan vida a Polo & Pan, una propuesta de pop y electrónica que con solo dos álbumes en su haber van camino de convertirse en referencias de un publico transversal, y sobre todo una audiencia con ganas de distraerse, pasárselo bien y rememorar otros tiempos en unos momentos actuales más bien tristes e inciertos.
Hace cuatro años agitaron la escena con un Caravelle de estreno rebosante de electrónica estival y de sabor tropical, ahora se lanzan con una propuesta que califican de más conceptual. Que va sobre el inexorable paso del tiempo y sobre los interrogantes de todo en torno a la existencia humana. A la hora de la verdad todo es bastante más liviano, aunque es evidente que se da un paso hacia eso tan vago que se llama madurez. Sí se nota una variante en términos sonoros, ya que de aquel ímpetu luminoso y claramente solar, en Cyclorama la senda se adentra sin remisión en la noche. Pero en términos igual de festivos e incitadores de detenerse en la pista de baile y quedarse en ella. Una magnifica y oportuna medicina para esta época pandémica. Para conseguir ese stop en el dance floor Polo & Pan recurren a una electrónica de puro clubbing, donde hay sitio para muchas cosas, como el disco, el house, el techno, el pop sintético o también una electrónica más introspectiva. Una pieza tan redonda como Ani Kuni resume por donde van los tiros.
La banda de Jakob Dylan se dosifica: reaparece tras casi un decenio de silencio y con un álbum que solo es el séptimo en treinta años de carrera. Y lo hace con una música que podría haber salido perfectamente en los años noventa, es decir, con esas canciones de carreteras interminables o sonando como esas clásicas bandas de rockeros en algún garito.
Descarga de rejuvenecimiento es lo que aporta y propone el combo de Brighton, con el incombustible Ian Parton al frente. Su música es revitalizante, ya sea con instrumentos físicos, samplers o beats del hiphop, no importa mucho. Para mantener ese espíritu y sonido refrescantes se han ido incorporando jóvenes voces y colaboradores.
El tercer trabajo del valenciano Víctor Ramírez viene como anillo al dedo en la actual coyuntura. Su carácter terapéutico lo consigue a base de melodías y armonías pop tan sencillas como agradables, pero sobre todo por unas letras positivas –hay que saber relativizar– y en inglés. Con luminosidad, fina ironía y sutil humor, la vida es más llevadera.