Anclado en el pasado
Hace un par de años Steffen Morrison, cantante holandés de Surinam, arrasó en el Jamboree. Fue en el mismo Mas i Mas Festival al que ha vuelto, pero en un lugar con mayor capacidad. El teatro no se llenó aunque hubo un gran ambiente, de entrega total por momentos, para celebrar la presentación de su segundo disco Soul revolution. La canción que lo titula habla de tener el coraje de levantarse cuando se cae y también de lo difícil que es encontrar el brillo propio, algo de lo que debería tomar buena nota porque, en vez de progresar, parece sentirse muy cómodo explorando los logros de antaño.
El soul supuso una revolución en la música popular, pero eso fue hace mucho. Ahora abundan los cantantes que se regocijan en el abonado campo de la edad de oro del estilo. Lo demostró un Morrison que, tras ser descubierto en un talent show de la televisión, no pasó de deleitarse en el revival de un género que sigue resultando muy atractivo. Y si en su anterior actuación demostró tener un gran temperamento, con guiños a otros estilos, en esta ocasión, desde la inicial Hold on lovers, se aplicó en parecerse a los clásicos, acompañado por un competente sexteto, con sección de metal incluida, The Band of Brothers. Entre los músicos destacan el guitarrista Alvin Lewis y el teclista Elisha Amonoo, que además lo llevaron en volandas con sus coros.
Recorrió casi todo su nuevo cancionero, oscilando de los medios tiempos con sedoso órgano de You’ve been hit by a butterfly y Old fashioned, este último un título que se podría aplicar a su sonido, a baladas de manual en las que domina el sentimiento religioso del góspel, como es el caso de Let us not wait too long. En el apartado más temperamental cabe situar Where I wanna be , el exultante Handful, con bajo funk, guitarra rockera y coros femeninos pregrabados, a la manera de Joe Cocker y un Positivity con colaboración del público.
No faltaron los rescates del primer álbum Movin’ on, presididos por el arrebatado crescendo del tema titular, el sonido orquestal simulado de Old enough to know better, un Little bit longer de formas intimistas, que bebe de su admirado Teddy Pendergrass, o el participativo The art of being human. Nada sonó tan potente como la revisión del Hard to handle de Otis Redding, en un repertorio anclado por completo en el pasado y que no deja de parecer un mero ejercicio de estilo.
Steffen Morrison se aplicó en parecerse a los clásicos, acompañado por un competente sexteto