La Vanguardia

Pablo Carreño

Pablo Carreño abate a Novak Djokovic con una actuación valiente y fabulosa y consigue un bronce que ilumina su esforzada carrera

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• El tenista asturiano (30) logró el mayor hito de su carrera al colgarse la medalla de bronce en los Juegos de Tokio tras derrotar a Novak Djokovic, el mejor jugador del mundo, en tres sets.

Al perder y ver que me tocaba Djokovic me vine abajo, pero aun así dormí como nunca”

No había sentido antes esta sensación, es mejor que ganar un torneo del circuito”

A Pablo Carreño se le vino el mundo encima. Había perdido en semifinale­s y, encima, el bronce se lo tenía que jugar con el número 1 del mundo. Veía la medalla lejos. “Me quedé chafado y me salió todo el cansancio de la semana. Total, que me puse a dormir y dormí como nunca en Tokio. Hasta nueve horas y media. Me han venido muy bien, ha sido mi mejor recuperaci­ón de todo el torneo”, expone. El asturiano aparece con el rostro iluminado. Hace apenas una hora que acaba de conseguir un bronce para enmarcar. Una medalla monumental. Una actuación genial. Porque Carreño jugó el partido de su vida ante el temible Novak Djokovic y sube al podio en el Parque de Ariake con todos los honores.

El asturiano batió al número 1 del mundo por 6-4, 6-7 (6) y 6-3 en 2 horas, 47 minutos con un comportami­ento portentoso, excelente en lo físico, en lo estratégic­o y en lo mental, aspecto este último tan en boga. “Trabajé con el fisio, preparamos con mi entrenador (Samuel López) muy bien tácticamen­te el partido y me puse a ver la final de foso. El ver que ganaban el oro los españoles en tiro me dio más ánimos para salir a la pista”, expuso. Fue su día. “Nunca había sentido esta sensación. No me lo creo. Es mejor que ganar un torneo del circuito. Es una alegría indescript­ible. Aquí sentía que no jugaba solo sino que toda España estaba conmigo”.

A sus 30 años ha llegado su madurez. Nunca lo ha tenido fácil. Sufrió muchas lesiones. No se trata de un talento descomunal, sino de un obrero de la raqueta. Un batallador que ante Djokovic jugó al ataque. “Samu siempre me dice que tengo que ser yo el que gane los partidos, que sea valiente, que vaya a buscar el triunfo. No sé si soy más valiente, pero sí más mayor y estoy disfrutand­o como nunca del tenis”. Eso es lo que le enseñan en la academia de Juan Carlos Ferrero, el que fue su ídolo de juventud.

Ayer le sirvió para someter a uno de los mejores de la historia del tenis. Mientras, el serbio, el ganador de 20 grandes, jugó afectado por su derrota en semifinale­s, no fue el de sus mejores ocasiones y tuvo una actitud pésima, tirando la raqueta a la grada o destrozánd­ola contra la red. Un show habitual que no empañó para nada la victoria de un Carreño que le da al tenis español la medalla número 13 de su historia y la quinta para el COE en estos Juegos. Al consumarse el triunfo a la sexta bola de partido el gijonés se tiró al suelo y comenzó a llorar de alegría. Se lo había ganado a pulso.

No solo ayer, sino durante años y años. El premio había llegado. “Pensé en mi familia, en todo el mundo que me ha apoyado. Estaba que casi no me lo creía”, afirma.

Para Djokovic era una victoria que debía firmar por obligación, como quien acude a la oficina a fichar. Para Carreño, un triunfo único. Una de las incógnitas del encuentro radicaba en comprobar si la bofetada que se llevó en la víspera Djokovic al quedarse fuera de la final, y por lo tanto de no poder aspirar al oro, le pasaba factura. El otro interrogan­te era comprobar si el asturiano, sin la presión de ser favorito, saldría con el brazo suelto y la mente avispada o se acoquinarí­a. En la práctica subió mucho el nivel de Carreño con respecto a las semifinale­s, mientras que el genio balcánico alternaba puntos de calidad suprema con errores y desconexio­nes. Eso sí, no celebraba ni una bola, y su lenguaje corporal era apagado. No consiguió romper el saque de Carreño ni una vez y solo se animó al ganar el segundo set. En cambio, la tomó con todo el mundo, hasta consigo mismo al llamarse “idiot” en el tercer set. “Fue clave el primer juego de la última manga. Sacarlo adelante me permitió seguir creyendo. Luego me costó cerrar el partido, pero lo conseguí”. Fue a la sexta bola de encuentro, cuando Djokovic tiraba una derecha a la red y Carreño recogía lo que andaba buscando.

Es un bronce de un valor descomunal pues para conseguirl­o el jugador del RCT Barcelona ha tenido que derrotar a Medvedev en cuartos, número 2 del mundo, y al líder del ranking ayer. Una medalla cincelada en sudor, labrada a más de 30 grados cada día, luchando en cada punto. Tenía que ser así tratándose de Carreño.

El español no especuló, sino que fue a por el partido desde el primer punto ante un Djokovic desquiciad­o

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Un exultante Pablo Carreño celebra el triunfo sobre Novak Djokovic tras 2 horas 47 minutos de partido

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