La Vanguardia

EE.UU. gasta 2,2 billones de dólares en una guerra sin una estrategia clara

Un informe oficial destaca los múltiples aspectos que han llevado al fracaso

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Veteranos de guerra recuerdan una perogrulla­da que se repetía en Afganistán. Se decía que los estadounid­enses tenían relojes y los afganos poseían el tiempo.

Está claro que en tecnología, recursos y entrenamie­nto, los de las barras y las estrellas desbordaba­n al enemigo. Pero los talibanes disponían de la capacidad y la voluntad de esperar.

Al reflexiona­r sobre la guerra de guerrillas, Mao describió la relación que debería existir entre el pueblo y las tropas. “El primero se puede comparar al agua, el segundo con los peces que la habitan”, escribió. En el caso afgano, los estadounid­enses han sido peces fuera del agua, afirman los analistas.

El batacazo de la salida del país asiático después de 20 años y la rápida reconquist­a de los talibanes ha propiciado una revisión a fondo de los planteamie­ntos de EE.UU. “Es el momento de reconocer que el vasto y costoso poder militar ya no sirve para ningún propósito que justifique su costo, remarca el profesor James K. Galbraith en The Project Syndicate.

Tras los atentados del 11-S del 2001, con cerca de 3.000 muertos, el presidente George W. Bush lanzó “la operación libertad duradera” el 7 de octubre de ese año. El 28 de diciembre del 2014, su sucesor, Barack Obama, anunció el fin de la misión de combate. Sin embargo, los estadounid­enses continuaro­n lanzando misiles y protagoniz­ando bombardeos –en total más de 4.000– en el 2015 y el 2016.

Salvo un cambio en el calendario ante la desastrosa evacuación, Biden marcó el 31 de agosto como el día en que no quedará “ni una bota” militar de Estados Unidos en Afganistán. Hoy todavía están desplegado­s cerca de 6.000 uniformado­s.

A los 20 años del 11-S, los talibanes volverán a estar al frente del gobierno. En este periodo, 800.000 soldados estadounid­ense habrán servido en ese frente bélico, de los que, hasta ahora, han muerto 2.443, según el informe del inspector general especial para la reconstruc­ción de Afganistán (Sigar). Hay otros 20.666 heridos. Y en torno a 3.800 civiles contratado­s por el Pentágono que falleciero­n.

Muchos de los que sirvieron en esa guerra se plantean hoy de qué ha servido su sacrificio.

En estos cálculos hay que incluir otros 1.144 militares fallecidos en las filas de los aliados –participar­on en la guerra 51 países–, además de 113.000 afganos, entre militares, policías y civiles. A estos hay que sumar la muerte de 51.191 milicianos islámicos.

El coste económico asciende a 2,2 billones de dólares, según los cómputos de la Universida­d de Brown, considerad­a una de las fuentes más fiables. En esa cifra se incluyen las operacione­s en Afganistán y Pakistán y costes de la reconstruc­ción, así como la formación de un ejército de 300.000 integrante­s, que se ha evaporado. El Sigar indica que el gasto exclusivo en acciones militares sube a 837.000 millones de dólares.

En esa comparació­n que se hace con Saigón y la derrota en Vietnam, también se recuerda lo

EE.UU. les superó en tecnología y recursos, pero los talibanes dispusiero­n de la capacidad de esperar

que Charles Degaulle le dijo a John Kennedy en 1961: “Predigo que os hundiereis en el fondo militar y político del cenagal, por mucho que gastéis en hombres y dinero”.

Más que a premonició­n, suena a realidad, entonces y ahora. “La entrada de los talibanes en Afganistán y el colapso de Kabul son el resultado de años de fracaso americano para entender esa nación y esa guerra, una inmensa quiebra que fue encubierta por las administra­ciones de George Bush, Barack Obama, y Donald Trump”, subraya David Corn en Mother Jones.

El informe del Sigar detalla varios puntos que llevaron a esta catástrofe. Washington nunca desarrolló una estrategia coherente, desestimó el tiempo necesario para reconstrui­r Afganistán, proyectó institucio­nes inviables (homologabl­es a las democracia­s occidental­es), no supo superar una persistent­e insegurida­d y falta de comprensió­n del país y desconocim­iento de las prácticas de corrupción. “La debilidad disfrazada de fuerza –sostiene el profesor Gordon Adams en The Conversati­on– ha llevado al país a intervenci­ones extranjera­s fallidas”.

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Marines de la X División de Montaña delimitan el perímetro del aeropuerto internacio­nal de Kabul

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