El optimismo

Somos muchos los optimistas que nos volvimos de pronto pesimistas a mediados de marzo del 2020. ¿El cierre de las librerías por la pandemia iba a hundir la industria editorial? No solo no fue así, el libro y la lectura salieron reforzados del confinamiento masivo. Millones de personas descubrieron las librerías de sus barrios y se dieron cuenta de su importancia cultural y afectiva, en un mundo cada vez más distanciado y virtual. Eso ha provocado un inesperado boom de librerías en toda España, particularmente rotundo en Barcelona y en Madrid.

Entre los proyectos que han abierto sus puertas en el último año y medio predomina la línea clásica: locales acogedores, bien curados y librocéntricos. Todos ellos han nacido, no obstante, con buenas páginas webs y la voluntad de construir comunidad a través de las redes sociales. Es decir, con la conciencia de que hay que conocer las herramientas de nuestra época para defender la vigencia de una tecnología con varios siglos de tradición e historia, la del libro. Aunque el e-book y el audiolibro también hayan ganado influencia durante la peste global, en España la mayoría de la lectura de novela y no ficción se sigue dando en papel.

No solo abren nuevas librerías, muchas también se expanden. Me han llegado rumores de que Generación-x, especializada en fantasía y ciencia ficción, inaugura pronto un gran local. Y en la web de Traficantes de Sueños se habla ya de Ateneo La Maliciosa, un espacio de 800 metros cuadrados en Arganzuela, que incluirá una librería. Lástima que no den el salto hacia Catalunya. La apertura de Lata Peinada en Madrid, después de una experiencia positiva en Barcelona proporcionando a los lectores ediciones latinoamericanas que no se podían conseguir en la Península, renueva la tendencia de que las librerías de la Ciudad Condal abran sucursales en la capital (sobre todo La Central, con sus dos espectaculares sedes en el Reina Sofía y Callao, pero también Laie está presente en sus museos, y Altaïr, en su día, tuvo tienda madrileña). Ojalá en el futuro ocurra a la inversa. Sería bueno para el diálogo entre las dos grandes metrópolis, para sus tantos lectores y para el futuro en común.

Predomina la línea clásica: locales acogedores, bien curados y librocéntricos