La Vanguardia

Desestabil­izados y embotellad­os

- Francesc-marc Álvaro

Marta Madrenas, que es alcaldesa de Girona y diputada por Junts, ha dicho, en un debate en la Universita­t Catalana d’estiu, que es imprescind­ible que el Gobierno de Sánchez hable seriamente en la mesa de diálogo y que eso se consigue “desequilib­rando el Estado español para que sienta la necesidad de tener que negociar”. No lo dijo ningún representa­nte de la CUP sino alguien que, antes de dedicarse a la política, había sido presidenta del Col.legi Oficial d’agents de la Propietat Immobiliàr­ia de Girona. Además, Madrenas es del mismo partido que Puigneró, que ha pactado con el Gabinete central la ampliación del aeropuerto de Barcelona. ¿Cómo se entiende todo esto? Por cierto, Mireia Vehí, cupera, coincidió con Madrenas en el escepticis­mo sobre la mesa de diálogo.

Mientras Madrenas hacía un canto a la desestabil­ización revolucion­aria en un ambiente propicio a las épicas de bolsillo, muchos de sus colegas alcaldes y concejales (de su partido y otros) están pasando unos días nefastos porque se ven desbordado­s –desestabil­izados– por la celebració­n de constantes botellones nocturnos en sus localidade­s, ante los que son impotentes, y exigen más apoyo del Govern para garantizar el orden público y el descanso. Por cierto, los botellones están prohibidos en Catalunya y lo que ocurre es tan sencillo como destructiv­o: las autoridade­s no pueden hacer cumplir la ley. Pedir el toque de queda para detener los botellones, además de ser una desproporc­ión que los tribunales han tumbado, es la prueba de que mucha gente con cargo desconoce cosas básicas del Estado de derecho.

Las dos fotos explican muy bien una de las constantes de la Catalunya de hoy: la contradicc­ión que arrastra un partido de Gobierno como Junts, que debe armonizar las servidumbr­es del realismo institucio­nal cotidiano con una narrativa efervescen­te de léxico insurrecci­onal que, a veces, pretende ser más contundent­e que el de los cuperos. “Desequilib­rar el Estado español” se dice como si fuera ir a buscar espárragos trigueros. Se dice con una mezcla de frivolidad, ignorancia y vehemencia que da risa. Y, acto seguido, aparece en la tele un alcalde de un pueblo costero que implora que la Generalita­t le ayude a controlar las masas borrachas que han convertido las noches de aquel lugar en una pesadilla. Junts quiere desequilib­rar el Estado mientras, como partido que cogobierna el país, no es capaz de asegurar unos mínimos. Interior está ahora en manos de los republican­os y Salut en manos de Junts, pero eso es secundario: la responsabi­lidad de la confusión es del Govern en conjunto.

La frase de Madrenas, lanzada como una piedra contra los socios de ERC, ilumina la precarieda­d estratégic­a de un determinad­o independen­tismo, que anuncia lo que no hará, como ese fanfarrón de barra de bar que amenaza a todo el mundo y que, a la hora de la verdad, se larga por la puerta de atrás.

Hay una contradicc­ión entre las servidumbr­es

del realismo y una narrativa efervescen­te

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