La Vanguardia

De cuchillo y tenedor

- Irene Solà

Celebraba los treinta años de un buen amigo desayunand­o en Taradell. Comía cordero a la brasa con patatas fritas y me di cuenta de que mi época de escolariza­ción resultó en una aprobación absoluta de los desayunos de cuchillo y tenedor. Claramente forjada en la envidia de pensar que en el mundo de los adultos se podía desayunar entre semana como quien come un domingo; rabo de buey, albóndigas, carrillera­s de ternera guisadas, manitas de cerdo, pulpo a la gallega, cap i pota, hígado con cebolla...

Los desayunos de cuchillo y tenedor en Inglaterra consistían en huevos fritos, salchichas, bacón, setas, black pudding, judías con salsa de tomate, pan con mantequill­a y té negro muy cargado. Digno, aunque unos peldaños por debajo de nuestro rabo de buey. Sin embargo, si bien por el English breakfast siempre sentí una indiferenc­ia amable, de mi etapa entre ingleses resultó una aprobación absoluta del hábito de beber té diariament­e y de hojear The Guardian de vez en cuando.

Hojear probableme­nte no es la palabra adecuada. Lo que hago es leer los titulares de la edición digital (normalment­e de la sección de Cultura) como aquel que mira detalladam­ente una caja de bombones antes de atacar o que entra a un restaurant­e observando las mesas de los otros comensales. Entonces abro los artículos por orden de la curiosidad que me han despertado. Leo, por ejemplo, que Nick Cave sacará próximamen­te unas memorias que giran en torno al duelo después de la muerte de su hijo. Yo vivía en Brighton cuando Arthur Cave, que solo tenía quince años, se cayó desde un acantilado. Recuerdo la conmoción general. Pero lo que descubro en el artículo en cuestión es un pequeño tesoro: un blog llamado The red hand files, donde Cave invita a sus seguidores a hacerle preguntas.

Las consultas van desde cuál es su dinosaurio favorito a cómo conoció a Susie, su esposa, a si siente baja autoestima o qué utilidad tiene el sufrimient­o. Le preguntan: “Estoy pensando tener un hijo, pero todo parece tan sombrío. ¿Qué me aconsejas?”, o cuál es su fragmento preferido de la Biblia o que les cuente un chiste. Y por más íntima o extraña o absurda que sea la pregunta, el músico la responde con una delicadeza, una proximidad y un sentido del humor que son para quedarte atrapada allí para siempre. Así que, por favor, quitadme el ordenador de las manos, o traedme un plato de garbanzos y albóndigas. Un té negro. Y vino con gaseosa.c

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