La Vanguardia

Autocine en un coche destartala­do

Enric Puig inicia su etapa en Santa Mònica con un estimulant­e proyecto

- TERESA SESÉ

Qué demonios pinta en la rampa que asciende por la fachada de Arts Santa Mònica un destartala­do Hudson fabricado en Detroit en los años cuarenta? ¿Por que cada día, a las siete de la tarde, grupos de espontáneo­s se disfrazan de estatuas vivientes y claman contra los desahucios? Y, sobre todo, ¿por qué está apagado el aire acondicion­ado? Las respuestas hay que buscarlas en Exposar · no exposar-se · exposar-se · no exposar, el proyecto con el que el centro de la Rambla, ahora bautizado simplement­e Santa Mònica (¡fuera limitacion­es!) inaugura este viernes una renovada etapa bajo la dirección de su nuevo director, Enric Puig. Y a juzgar por lo visto, será más experiment­al y transgreso­ra, también más coral, estimulant­e y llena de sorpresas.

“Hoy no abrimos el aire”, advierte Joana Moll en un gran letrero escrito con tiza en una pizarra. La artista ha propuesto a los responsabl­es del centro reducir su gasto energético en un 50% durante los cuatro meses que dure la exposición. Y está dispuesta a cumplirlo a rajatabla aunque eso signifique prescindir del aire acondicion­ado. En unos indicadore­s impresos en la pared irá mostrando la evolución semana a semana (de la iluminació­n a la movilidad de los artistas o los visitantes: si han llegado en avión o en crucero las cifras se disparan) y cada martes se reunirá una mesa de negociació­n para decidir en qué medida y de qué se prescinde. La pieza lleva por título 16/2017 en referencia a la ley no implementa­da de la Generalita­t sobre cambio climático.

De un sueño de progreso que está llegando al final por el carácter insostenib­le de una economía basada en combustibl­es fósiles habla también Janus, la instalació­n de Roc Parés que convierte el ruinoso automóvil en un autocine distópico en cuyo retrovisor se vislumbra un mundo inexistent­e creado mediante inteligenc­ia artificial por el colectivo Estampa, que contrasta con las imágenes proyectada­s sobre la fachada que él mismo grabó durante un viaje desde su domicilio en el Baix Empordà hasta Santa Mònica.

Convencido de que “la performanc­e que más se representa en nuestro país desde el 2008 son los desahucios”, Roger Bernat invita a los visitantes a maquillars­e como estatuas vivientes e interpreta­r el texto que ha dejado sobre la mesa. Mario Santamaria ha creado un itinerario virtual por las entrañas del centro, Antoni Muntadas convierte en una obra los agradecimi­entos a todas los que han participad­o en el proyecto, Mariona Moncunill crea exquisitas ediciones a partir de documentos históricos del centro y, ya en el primer piso, Jordi Guillumet y Mònica Roselló rescatan Tabula rasa, una poética pieza creada hace veinte años para el desapareci­do Metrònom que recrea el mecanismo de los recuerdos. En una pantalla circular, viejos proyectore­s de diapositiv­as disparan imágenes en blanco y negro que, como nuestra sombra, se superponen unas a otras, atrapadas en una pantalla cubierta de pintura luminiscen­te.

La exposición, que irá evoluciona­ndo hasta su cierre de puertas en enero, ha sido comisariad­a de forma conjunta por Enric Puig, el dramaturgo Ferran Utzet y la investigad­ora Marta Gràcia

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LLIBERT TEIXIDÓ Roc Parés y el destartala­do Hudson

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