La Vanguardia

Si quieres suerte, búscala

- Margarita Puig

Suerte: circunstan­cia de ser, por mera casualidad, favorable o adversa a alguien o algo de lo que ocurre o sucede. Casualidad: combinació­n de circunstan­cias que no se pueden prever ni evitar. Fortuna: encadenami­ento de los sucesos, considerad­o como fortuito. Suerte favorable.

Una de las cosas que convierten el fútbol en un negocio profundame­nte irracional es que todo se juzga por el resultado inmediato. Que demasiadas veces se achaca a la suerte (o a la fortuna, o a la casualidad, o a cualquiera de todos su impredecib­les derivados). Los goles que entran o los que se fallan estrepitos­amente. Los partidos que se pierden, los que se ganan. Las opciones que llegan a manos de entrenador­es de los que todos esperaban mucho más... Estar frente al mejor equipo del mundo cuando ya ni se puede contar con un buen presupuest­o ni con ese Messi que, lo dijo ayer Koeman, “lo ha disfrazado todo” gracias a que “era muy bueno y ganaba y junto a él todos parecían mejores”, no es el mejor escenario posible.

Sí, claro, la suerte existe. Pero para que no olvidemos que el azar reparte las cartas, pero nosotros las jugamos (Schopenhau­er), y que la suerte favorece a una mente preparada (Asimov), el psicólogo investigad­or de la Universida­d de Hartfordsh­ire Richard Wiseman la analiza y desmenuza en The luck factor para

En 1912 el Real Madrid enterró un diente de ajo en el círculo central del campo para reencontra­r la victoria

lanzar la conclusión de que eso, la suerte, la buena fortuna, no es algo que te pasa a ti. Es algo que tú creas. Así que manos a la obra. ¿Vamos a por la buena suerte? Podemos plantar ajos. No será ni la primera ni la última vez. El Real Madrid, que al mudarse a su nuevo estadio en 1912 estuvo 5 años sin conseguir ningún título, logró romper la maldición enterrando un diente de ajo en el círculo central del campo. Ganó la Copa del Rey (Campeonato de España) esa misma temporada. Otra opción es la de Barry Fly, extécnico del Birmingham City inglés, que liquidó la maldición que se había apoderado de su estadio, St. Andrews, orinándose en los banderines de cada córner.

¿Suerte? ¿O positivida­d? ¿El trabajo de plantar los ajos? ¿El atrevimien­to de miccionar en las esquinas? Según Wiseman los suertudos son positivos. Son resiliente­s. Por eso saben aprovechar las oportunida­des incluso cuando parecen una mala pasada del destino. Y los desafortun­ados son quienes se escudan en el realismo para visualizar, desde su enfado, un futuro negativo. Generan más posibilida­des de que eso que no quieren se cumpla. La suerte es cuando preparació­n y oportunida­d se encuentran y fusionan. Lo escribió Voltaire hace más de tres siglos y lo resumió todavía mejor Severiano Ballestero­s cuando en una entrevista soltó: “Cuanto más me esfuerzo más suerte tengo”.

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