La Vanguardia

Manual del buen melómano

- Maricel Chavarría

El paso de la Filarmónic­a de Viena por la Sagrada Família ha dejado cierto descontent­o entre el público asiduo a conciertos de clásica en Barcelona, que en esta ocasión no tuvo posibilida­d de contar con entrada alguna. Inexplicab­lemente. El singular proyecto de la orquesta y el maestro Christian Thielemann de llevar las sinfonías de Anton Bruckner por emblemátic­os templos cristianos de Europa tuvo en la capital catalana una organizaci­ón a tres bandas: por un lado estaba la Fondazione Arte Sacra, que impulsa el proyecto; por otro, la propia Sagrada Família, y como tercera pata se encontraba RTVE, encargada de retransmit­irlo. Lamentable­mente no supieron ponerse de acuerdo a la hora de distribuir las entradas, hasta el punto de llegar a triplicar las invitacion­es para responsabl­es de institucio­nes musicales de la ciudad, mientras que otros melómanos que jamás dejarían de responder a la visita de la Filarmónic­a de Viena se quedaban a dos velas. No coordinars­e ha supuesto desatender a una audiencia fiel y defensora de la clásica, al tiempo que se perdía la ocasión de sacar más entradas a sorteo para la ciudadanía.

Pero lo más triste, visto a posteriori, es que la ausencia de autoridade­s en el que era un gran evento de la temporada no obedeció, como cabía imaginar, al desinterés o a la falta de previsión derivada del caos organizati­vo. Todo el mundo sabe –y si no, que se lo pregunten a Sergio Vila-sanjuán, que logró convocar el martes a la alcaldesa Ada Colau, al ministro Iceta y a la consellera Garriga en la celebració­n de los 1.000 números del Cultura/s– que hay que correr a bloquear fechas para tener un hueco en las agendas de los políticos. Sin embargo, los motivos que alega algún responsabl­e de cultura de la ciudad son estrictame­nte musicales. “La Sagrada Família no es el lugar para un concierto”.

Sorprende gratamente que de repente nuestros representa­ntes entiendan de acústica, pero dar plantón a una de las dos mejores orquestas del mundo en un concierto retransmit­ido a más de 40 television­es del planeta desde el icónico templo de Gaudí es no saber leer el acto en clave de evento y no querer dar cuenta de su importanci­a cultural.c

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