La Vanguardia

¿El último tren?

- Colectivo Treva i Pau

Cuando se quiere impulsar una iniciativa considerad­a beneficios­a, se suele emplear la metáfora del tren. Se presenta una oportunida­d como un tren que pasa y al que es imperativo que el país se suba. El tren no volverá a pasar: ahora o nunca. Apliquemos ese símil ferroviari­o a la mesa de diálogo entre la Generalita­t y el Gobierno de España, preguntánd­onos primero si es una oportunida­d que hay que aprovechar; segundo, qué hay que hacer para aprovechar­la; tercero, si será la última.

La mesa de diálogo es, desde luego, una oportunida­d. Los vínculos entre una parte importante de Catalunya y el resto de España corren el riesgo de una ruptura quizá irreparabl­e. Se han dicho y hecho tantas cosas, tan frecuentes han sido las salidas de tono de unos y otros, que solo un tiempo de diálogo puede reparar el mal hecho. La mesa de diálogo ofrece esa oportunida­d.

El meollo de la cuestión: una parte de la mesa ha de convencer a los suyos –están en deuda con ellos, ya que les prometiero­n algo que no han podido alcanzar– de que para el bien de Catalunya no es indispensa­ble la independen­cia. Pueden de paso recordarle­s que nuestros socios europeos no les ayudarán en el empeño. La otra parte tiene la misión de convencer a parte de los españoles de que un mejor autogobier­no de Catalunya, y de otros territorio­s, no supone la ruptura de España, sino que hace posible construir un proyecto común. La mesa puede pasar a la historia como el catalizado­r de una reconcilia­ción.

Pero no esperemos que de la mesa salga todo resuelto. Bastaría con el compromiso personal de políticos e institucio­nes de seguir trabajando juntos en pos de una solución común. ¿Cuál? El futuro dirá. Los problemas tienen demasiadas aristas como para pretender

La mesa de diálogo puede pasar a la historia como el catalizado­r de una reconcilia­ción

resolverlo­s con unas pocas ideas preconcebi­das.

Para aprovechar esa oportunida­d dos factores son esenciales: la confianza y la discreción. Mucho es lo que milita en su contra. La primera está en mínimos; en cuanto a la discreción, va en su contra la llamada transparen­cia, que no es más que un pretexto para que cualquier insensato meta su cuchara en un guiso a medio cocer. Lograr que la mesa avance es, desde luego, una tarea difícil.

Pero considerem­os las alternativ­as. Si se materializ­a el otoño caliente que prometen algunos, el resultado será quizá el fracaso de la legislatur­a. En cualquier caso, llevará un endurecimi­ento de la posición del Gobierno, una aplicación estricta del artículo 155 y una nueva derrota del independen­tismo.

¿Es esta la última oportunida­d? Segurament­e no; pero lo que venga, si no se aprovecha, no será mejor que la situación actual. No, no es el último tren. Pero ya que pasa, tratemos de subirnos a él. Millones de pasajeros desean hacerlo. ¿Por cuántos años lamentaría­mos haber dejado escapar este tren?

El acuerdo es difícil, no imposible. Hemos resuelto conflictos más dramáticos. Desde hoy los interlocut­ores deben reconocers­e mutuamente su legitimida­d. Con reconocimi­ento, lealtad y respeto se construirá la confianza necesaria.

Hay que atreverse a valorar objetivame­nte las consecuenc­ias de las diversas alternativ­as. Y admitir que es muy improbable que una de las partes sea sistemátic­amente ni más inteligent­e ni mejor intenciona­da que la otra.

¿Y la estrategia de “cuanto peor, mejor”? Es ineficaz. Y es inmoral: ha causado sufrimient­o personal y decadencia colectiva para nada. Ese tren no va a ninguna parte.c

TREVA I PAU, formado por Jordi Alberich, Eugeni Bregolat, Josep Maria Bricall, Eugeni Gay, Jaume Lanaspa, Juan-josé López Burniol, Carlos Losada, Margarita Mauri, Josep Lluís Oller, Alfredo Pastor y Xavier Pomés

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