Lenguas rojas

Con cierta vergüenza reconozco que, sin ser pirómana, por un tiempo me fascinó la imagen de los ríos de lava bajando espumeantes en rojo púrpura. Hablo de estética, por supuesto. El resto, una desgracia, el tremendo enfado, el vómito de las entrañas de la naturaleza.

Por un segundo la lava de La Palma, los ríos escarlata y las nubes grises disparando al norte me parecieron el piromusical de la Mercè, que ya tenemos aquí, este año troceado. Y la cabeza se fue, sin permiso y con perdón, a una trivialidad, a preguntar otra vez por qué digerimos una fiesta sin saber qué celebramos.

Cuenta la leyenda que esa noche del día 24 de septiembre de 1218, hoy se cumplen 803 años, la Virgen estaba juguetona y prodigiosa porque se apareció simultáneamente a tres hombres: al rey Jaime I, a san Pedro Nolasco y a san Ramon de Penyafort. Y a los tres les pidió lo mismo: que fundaran una orden de monjes capaces de salvar a los cristianos encarcelados por los sarracenos.

Siglos más tarde, en 1687, Barcelona sufrió una plaga de langostas. Y la solución cayó, para variar, en manos de la Virgen. Libres de la plaga, el Consejo de la Ciudad tuvo a bien nombrar a la Mercè patrona de la ciudad por su demostrado efecto protector aunque el Papa no lo ratificara hasta tarde.

¿Quince minutos para recoger toda tu vida?

Pedir por pedir milagros, que La Palma vuelva a la paz, que quienes todo lo han perdido lo merecen. Hace tiempo que la naturaleza se nos queja de lo mal que la tratamos, lástima que a veces se cebe con quienes escogieron vivir a su vera y no con quienes, impunemente, mercadean cada día con su explotación en tristes y afelpados despachos urbanos.

A los pies del Vesubio, otro volcán, que sigue calladito de momento, frente a la bahía de Nápoles, depositamos hace un lustro cenizas de alguien querido. Desde allí sigue, así lo siento, velando por el resto de los mortales.c

Barcelona sufrió una plaga de langostas y... a confiar en la Virgen