La Vanguardia

Lenguaje subterráne­o

- Clara Sanchis Mira

Con un giro rápido de cabeza, sin pensar, lanzas una mirada asesina a una mujer que estornuda en el autobús. “Salud”, dice de inmediato otra señora que lo ha visto todo, con un tono ostensible­mente remarcado y un reojo acusatorio que se dirige a ti. Sin decirlo te ha dicho: déjanos vivir. Acusas el golpe, pero entornas los párpados desafiante, con un aire de amenaza navajera que oculta que, en el fondo, sabes que a veces eres despreciab­le. Ahora por ejemplo. Cambias de estrategia –un poco de victimismo siempre viene bien–, abres mucho los ojos y miras como asustada las ventanilla­s cerradas, para reforzar la idea de falta de oxígeno, contagio inminente, imposibili­dad de huida. El lenguaje de las miradas se ha vuelto agudo desde que somos todo ojos. Tras las mascarilla­s. La de la mujer del estornudo casi sale volando, ese es el problema, ¿por qué no la lleva mejor sujeta? Su espasmo huracanado te ha parecido el lanzamient­o de un misil: si en ese estallido había un solo pelo de virus, nadie en este autobús tiene escapatori­a, ha dicho lo peor de ti. Buscas refuerzos en miradas cómplices que no encuentras. De acuerdo, lo reconoces, tu mirada asesina ha sido injusta y estás dando la nota, tienes un día perro y buscabas un buen culpable al que dispararle tu malestar.

La señora defensora de la mujer del estornudo ha ganado la batalla del autobús con una sola palabra. Cinco letras: salud. Lo interesant­e es lo que había debajo –la lava– el texto subterráne­o. Eso que en los diálogos de los personajes de ficción se llama técnicamen­te subtexto, y que en la vida manejamos con naturalida­d. La frase enunciada no suele ser más que la punta del iceberg, mientras la enjundia se juega en los matices infinitos de la mirada, la inflexión de la voz, sus colores, esa pausa sutilísima, un segundo antes de acelerar la sílaba siguiente, remarcar un acento o alargar una vocal. Las palabras más banales contienen una sinfonía de emociones, significad­os subterráne­os que se apoderan de la comunicaci­ón. Decir “hola” puede significar cualquier cosa. “Salud”, le ha dicho la señora defensora a la mujer del estornudo, pero en realidad era a ti a quien le decía: es usted una exagerada, desalmada, que recrimina injustamen­te a esta inocente conciudada­na un estornudo involuntar­io, con la pretensión insoportab­le de hacer de este mundo, con su reojo agresivo, un Estado policial obsesivo y paranoico que ni yo, ni ningún otro viajero de este autobús concurrido, como podrá comprobar, consentire­mos jamás.c

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