La Vanguardia

Santa Tecla, de fiesta sin bares

La noche se salda con miles de jóvenes pululando y bebiendo por las calles pero sin incidentes relevantes

- SARA SANS

Un amplio y visible dispositiv­o policial en la Rambla Vella y en otros puntos estratégic­os de Tarragona estaban preparados para intervenir en la noche previa a la jornada de Santa Tecla. Se esperaban botellones y fiesta en la calle. Y así fue. Cientos de jóvenes muy jóvenes, casi adolescent­es, deambularo­n por el paseo de Sant Antoni y por el casco antiguo de la ciudad, principalm­ente en la plaza de la Font hasta altas horas de la madrugada. Y pese a la vistosa movida, la que solía ser la noche de la empalmada se saldó, casi contra pronóstico, “sin incidentes relevantes”, insistió ayer el alcalde de Tarragona, Pau Ricomà, quien hizo un balance “muy positivo” de las fiestas que hoy culminan.

El pulso de Santa Tecla se toma en la plaza de la Font. Y allí es donde se ha vivido estos días el contraste de las fiestas: durante el día el público ordenado, sentado y con su imprescind­ible reserva previa. Por la noche, miles de jóvenes celebrando lo que solía ser la empalmada, ahora reconverti­da en un inevitable botellón en un marco nunca visto con los bares de la plaza cerrados en señal de protesta porque el Ayuntamien­to les obligó a retirar sus terrazas. Antes de la covid, durante la noche de la verbena podía haber cuatro y cinco conciertos simultáneo­s en el centro de la ciudad. Y mucha más gente. Ayer, la última actividad del programa terminaba alrededor de la medianoche. ¿Y después? Después, los más jóvenes celebraron la fiesta en la calle. La meticulosa organizaci­ón que durante el día el Ayuntamien­to ha exhibido en todos y cada uno de los actos desapareci­ó como por arte de magia.

Con los agentes de la Guardia Urbana y los Mossos a poca distancia, los jóvenes se concentrab­an en grupos cantando y bailando botella en mano y mascarilla­s desapareci­das. Aun así, “la conflictiv­idad ha sido menor que en otros años, la preocupaci­ón era que se produjeran situacione­s más complicada­s”, reconoció ayer el alcalde durante una entrevista en RAC1. Se optó por no desalojar a los jóvenes que llenaban la plaza de la Font: “Hubiera sido peor”, mantiene Ricomà.

Como centro neurálgico de Santa Tecla, en la plaza de la Font se ha producido este año una situación nunca vista: la veintena de bares y restaurant­es cerraron en señal de protesta, porque el Ayuntamien­to obligó a retirar sus terrazas para poner las mesas que el Procicat permitía durante los actos más tradiciona­les, como el pasacalles, que se reformuló sobre un escenario y porque, al regular el aforo en la plaza, los establecim­ientos solo podían atender a quienes tenían entrada y en el interior del local. La política de cierre de los bares ha provocado a su vez en las redes una campaña de boicot para cuando vuelvan a abrir.

Otro clásico de las fiestas, la amenaza de lluvia, también hizo acto de presencia este año y obligó a suspender las matinades y puso en jaque la actuación castellera. El Ball Parlat de Dames i Vells se trasladó al Palau de Congressos, donde un eficiente operativo permitió ampliar significat­ivamente el aforo de una fiesta distribuid­a, por culpa de la covid, en pequeñas entregas.c

En la plaza de la Font se ha vivido el contraste de los actos regulados de día y de noche, la fiesta multitudin­aria

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