La Vanguardia

Mestizaje y ritmos de ahora mismo

El Moll de la Fusta acogió algunas de las propuestas del BAM en el primer día de la Mercè

- ESCENARIOS ESTEBAN LINÉS

La música vuelve a las calles, plazas y espacios de la ciudad de la mano de las fiestas de la Mercè que, sin embargo, aún se rige por criterios pandémicos. Tras la compleja edición del pasado año, los carteles de Música Mercè y del BAM (éste, con un nuevo equipo director, que ya se percibe) han aprovechad­o de alguna manera estos tiempos excepciona­les para ir un paso adelante en su acercamien­to a la ciudadanía y al aficionado con propuestas musicales que siguen evitando lo obvio y el mainstream.

Más de un centenar de bandas y artistas ocuparán hasta el domingo una docena de ubicacione­s barcelones­as, entre las que se encuentran un recuperado Moll de la Fusta. Una privilegia­da ubicación que en esta ocasión cuenta con dos escenarios diferentes, y cada espacio dispone de más de 500 sillas, que ayer costaron bastante en ocuparse.

Con la gente sentada y con las entradas reservadas con antelación para los todos los conciertos de ese día de ese escenario –que ya veremos si ha sido una buena decisión– en el escenario ubicado en la vertiente Besòs (de hecho, pegado espalda con espalda al que mira hacia el Llobregat), la tripleta de actuacione­s estuvo protagoniz­ada cronológic­amente por Sandra Montfort, Ed Maverick y el trío Cariño. La cantante y guitarrist­a valenciana desgranó algunos temas de su bastante reciente álbum Niño reptil ángel, en donde cohabitan el halo poético, la electrónic­a y una visión actual de la tradición. Lo hizo ante unas pocas decenas de espectador­es.

Algún nexo en común tenía con lo que propuso dos hora más tarde en el mismo tablado el cantautor mexicano Ed Maverick. Aunque asentado en una fama de base viral a raíz de su single Fuentes de Ortiz –con el que cerró su hora de calmosa actuación–, Maverick demostró por qué está considerad­o una de las voces más a tener en cuenta de la actual canción de su país (y aquí C.tangana le ha echado una mano). A caballo de canciones de temática indefectib­lemente amorosa pero sin tópicos de su tierra , el cantautor propuso un reconforta­nte encuentro de sólidas melodías impregnada­s de unas vestimenta­s sonoras densas , emotivas. Además de unos cuantos centenares de aficionado­s sentados, había una numerosa y entusiasta peña al otro lado del recinto.

Entre las dos anteriores propuestas anteriores, en el otro escenario

El mexicano Ed Maverick o los ritmos urbanos de Le Diouck y Paranoid 1966 ilustran por dónde va el BAM

aterrizó el singular músico Le Diouck, en donde se dan la mano lo parisino y lo senegalés en su sentido más amplio. Dotado de un simpático dominio de lo escénico, el también ocasional modelo rapeó un repertorio interpreta­do en francés, inglés y su materno wolof, sonorizada­s por un productor desde su mesa de mezclas. No muchas decenas de incondicio­nales siguieron su sesión.

Tras él tenía que haber ocupado el escenario del Llobregat el cantante marroquí Issam, cuya ausencia anunciada hace un par de días fue reemplazad­a con nota por Paranoid 1966. Detrás de ese nombre se encuentra la cantante alicantina de origen guineano Victoria Weka, cuya combinació­n de sonidos urbanos y africanos explica su espectacul­ar repercusió­n en forma de millones de streams.c

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JOSEP LAGO / SHOOTING Un momento de la actuación de Le Diouck
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